Fuente: 20 Minutos
Se define tartamudez como un trastorno del ritmo del habla caracterizado por frecuentes repeticiones o prolongaciones de sonidos, sílabas o palabras. Esta alteración del lenguaje es la más común en la edad pediátrica y una de las que más desconcierto genera en los padres.
Gracias a las investigaciones realizadas en el campo de la neurociencia y la genética desde 1990 se está demostrando que podemos estar ante un trastorno causado por un problema de integración de los “circuitos neurológicos” y también por una predisposición genética. Nada que ver, por tanto, con causas de tipo emocional como se creía antiguamente.
Según datos aportados por la Fundación Española de la Tartamudez (TTM) la tartamudez surge sobre todo en la infancia (a partir de los 18 meses) y un 5% de los niños entre los 2 y 5 años presentan disfluencias en algún momento. El 80% remiten espontáneamente (algo que ocurre con mayor frecuencia en las niñas) mientras que el 20% continúan con tartamudez persistente.
Es por tanto de vital importancia conocer los factores de riesgo - historia familiar, edad del niño en el inicio de la tartamudez, duración del cuadro, tipos de disfluencia y velocidad del habla- para realizar un diagnóstico precoz que posibilite un acceso rápido al tratamiento que promueva la remisión total o la reducción de los síntomas de la tartamudez, así como minimizar su impacto en la calidad de vida de los niños que tartamudean.
Tras un estudio realizado a padres de niños con tartamudez, la TTM señala que los datos evidencian que los niños entre 2 y 6 años son conscientes de su dificultad para hablar, por lo tanto a esa edad “pueden aparecer comportamientos secundarios de esfuerzo y evitación, con lo que es totalmente necesario derivar al niño inmediatamente a un profesional especializado para proporcionar estrategias y determinar cuál es el mejor tratamiento”.
Más allá del propio tratamiento para mejorar este problema de comunicación es importante también tener en cuenta la autoestima del menor y el uso de diferentes métodos para reforzarla, ya que el niño con tartamudez puede llegar a sentir vergüenza de participar en el aula, afectarle en su progresión curricular o a la hora de hacer amigos.
Con este objetivo la propia Fundación Española de la Tartamudez ha elaborado una guía para padres, coordinada por la psicóloga clínica Alicia Fernández-Zúñiga del Instituto de Lenguaje y Desarrollo de Madrid, en la que explica qué actitud tomar ante la tartamudez de un niño. “La conducta de los padres con su hijo es lo esencial para un niño disfluente; la forma en que uno se relaciona y se comunica con él” señala la psicóloga. “Es lógico que cuando le oye atascarse intente ayudarle. Lo primero que a uno se le ocurre es indicarle, que no se ponga nervioso, que hable más despacio o que repita lo que ha dicho. La mayoría de los padres han aconsejado a sus hijos cosas parecidas. Pero usted también habrá comprobado que no surte mucho efecto y que el niño sigue teniendo dificultades para hablar. Sin embargo, este tipo de apoyos sí trasmiten a su hijo la actitud y el sentimiento que usted tiene hacia su forma de hablar. Es decir, le indica que usted se siente mal, al verle con dificultades y que desea evitar esa manera suya de expresarse".
Para la especialista es fundamental que los padres tengan claro que los niños van a desarrollar sentimientos observando a sus padres. “Si usted siente que tartamudear es negativo, su hijo aprenderá a sentirse también así; si sus padres se muestran preocupados por su forma de hablar e intentan que hable de otra manera, el niño interpretará que su expresión no es adecuada y se tensará. Es decir, que con la intención de ayudarle probablemente le trasmite involuntariamente, otras emociones que no desea”.
Además, incide en que muchas veces no es tanto lo que se dice con palabras como lo que niño observa en la conducta de sus progenitores: “Por medio de signos no verbales de preocupación. Pero por suerte, de la misma forma, puede trasmitir ideas y actitudes a su hijo que le ayuden a disminuir o eliminar las emociones negativas hacia las disfluencias y a no desvalorizar su forma de comunicarse”.
Fernández-Zúñiga anima a los padres a hablar con los niños de sus dificultades y ayudarles a expresar sus sentimientos: “Los niños no suelen saber cómo expresar aquello que están sintiendo. Les falta el vocabulario preciso para expresar sus emociones adecuadamente. Sin embargo, es muy positivo que el niño de 7 años en adelante, lo exprese y se sienta comprendido”.
La psicóloga recomienda que cuando se vea al niño frustrado en algún momento se debe evitar decirle que no se sienta así o que no se sienta mal: “Porque creerá que no acepta la expresión de su sentimiento de rabia o frustración. Por el contrario, es preferible estimular a que lo exprese, aceptar su malestar, diciendo posibles sentimientos del niño, como: ‘Imagino como te sientes’, ‘Veo que te cuesta, no hace gracia no poder decir lo que uno quiere’... y darle tiempo para que responda”.
El niño debe entender que sus padres aceptan y comparten con él su emoción: “Aunque no le guste lo que expresa (temor o preocupación), deben reforzarle por ser capaz de expresarlo. Después podrán intentar modificar esa sensación negativa. Si el niño no lo expresa usted no lo sabrá y al niño le dificultará superarlos y contrarrestarlos con otros sentimientos”.
La psicóloga aporta una serie de consejos que puede resultar de gran utilidad con los niños que tartamudean:
La importancia del entorno
La experta aconseja también informar a todas aquellas personas que forman parte del entorno del niño: familia en general, maestros de la escuela y personas con las que el niño tiene contacto habitual. Conocer lo que le ocurre es el primer paso para que el niño se sienta cómodo.
Es de vital importancia también que el pequeño se sienta arropado y comprendido desde el ámbito escolar ya que es uno de los espacios donde se pasan más horas al día y donde se realizan numerosas actividades que requieren del uso del lenguaje y de la interacción. “La escuela puede llegar a ser estresante para algunos niños. Para aquel que tiene temor a leer en voz alta, a hablar en clase, a responder preguntas, a actuar, y/o a hablar en los recreos, produciendo una ansiedad particular. Un maestro informado puede intervenir facilitando actitudes de comprensión y apertura a la diversidad”.
Fernandez-Zúñiga aconseja que desde el aula se trate al niño de la forma más normal que sea posible: “Forzarlo a la vergüenza o humillación sería errado, tener un trato “privilegiado” podría estimular una actitud discriminatoria, afectando su seguridad y autoestima. Posiblemente la mejor solución sería hablar con él, crear una estrategia conjunta; la información dada por la terapeuta del lenguaje especialista en tartamudez, suele ser de gran ayuda”.