Fuente: 20 Minutos
Una de las grandes ventajas de cocinar los alimentos es que mediante este proceso se logra acabar con todos los microorganismos dañinos que podrían provocarnos enfermedades si ingiriésemos los alimentos crudos. Sin embargo, esto no ocurre a cualquier temperatura, ni de la misma forma en todos los alimentos.
¿A qué temperatura debo cocinar cada alimento?
Si queremos ir a lo seguro, una buena temperatura para cocinar cualquier alimento es 100 grados. Con ello, estaremos seguros de haber eliminado cualquier tipo de germen que pueda encontrarse en ella.
De hecho, en los países tropicales, donde el clima cálido y húmedo favorece el rápido crecimiento de los microorganismos y donde las condiciones de higiene en la cadena de producción de los alimentos no son óptimas, es común que se cocine la comida a temperaturas muy altas y durante mucho tiempo para hacer más seguro su consumo.
Sin embargo, puede ser que prefiramos ciertos alimentos algo menos cocinados. En este caso, debemos atender a temperaturas algo más específicas para cada tipo de alimento.
Por ejemplo, y siguiendo las recomendaciones oficiales del gobierno estadounidense, la carne picada y/o con mezclas de res, cerdo, ternera o cordero se puede consumir de manera segura tras cocinarla a un mínimo de 71 grados. Ese punto es bastante más bajo para la carne fresca de esos mismos animales (62,8 grados) y algo más alto para la carne de ave, picada o no, y el jamón precocido de cerdo (73,8 grados).
En el caso del huevo deberemos cocinarlo hasta que la yema y la clara cuajen, lo que ocurre más o menos a partir de los 71º.
El pescado con aletas, y los mariscos en sus distintas formas es necesario cocinarlos a unos 62,8 grados. Hay varias formas de saber cuándo han alcanzado esta temperatura: en el pescado, la carne se vuelve opaca y se separa fácilmente con un tenedor; en los crustáceos, la carne se vuelve perlada y el caparazón toma un color rojo intenso, y los bivalvos se abren.
Finalmente, las sobras es preferible calentarlas al menos a unos 73,8 grados.
El riesgo de no calentar adecuadamente la comida
Si seguimos estas recomendaciones, podemos evitarnos enfermedades infecciosas graves como la shigelosis, la salmonelosis, la parasitosis por anisakis, la teniasis, la toxoplasmosis y la infección por E. coli.
Los síntomas que podemos experimentar, si por desgracia sufrimos una intoxicación alimentaria, van a depender del agente patógeno. Algunos comunes, no obstante, incluyen dolor estomacal, calambres abdominales, náuseas, vómitos, diarrea, fiebre y deshidratación.
Además, hay que tener en cuenta que algunas enfermedades que se contraen de esta forma pueden llegar a tener efectos graves a largo plazo. Por ejemplo, algunas complicaciones que pueden surgir por algunas de estas infecciones incluyen insuficiencia renal, artritis crónica, daño nervioso o muerte.
Estos riesgos no son iguales para todo el mundo, y hay grupos más vulnerables como son las mujeres embarazadas, los niños pequeños, las personas mayores y las personas inmunodeprimidas.
Por todo ello, merece la pena tomarse el tiempo y la precaución de asegurarnos que los alimentos que vamos a disfrutar están correctamente cocinados, de manera que no suframos problemas después.