Fuente: EFE Salud
Las revisiones ginecológicas anuales a las que se someten las mujeres tienen dos objetivos principales: la prevención y el diagnóstico precoz de enfermedades.
La pandemia no nos lo ha puesto fácil y al principio el miedo al contagio desde un centro sanitario hizo que muchas mujeres dejaran de asistir a sus citas, a lo que habría que sumarle el miedo, la pereza, o la angustia que siempre ha habido a la hora de acudir a estas consultas.
Esta revisión con el ginecólogo es fundamental en primer lugar por cuestión de prevención, tal y como comenta la doctora Natalia Siegert, ginecóloga del Hospital Quirónsalud Torrevieja y Alicante: “Muchas enfermedades que pueden aparecer en el aparato reproductor femenino no tienen síntomas aparentes, estas revisiones ayudarán a detectarlas a tiempo, ya que en ocasiones cuando éstos aparecen pueden indicar que la enfermedad está avanzada y por tanto el tratamiento puede ser más complicado. Por tanto, detectar los factores de riesgo es importante para prever cualquier problema de salud”.
Por otra parte, la especialista remarca que estas visitas al ginecólogo facilitan el diagnóstico precoz de enfermedades, ya que se realiza una evaluación para poder comprobar el estado y detectar aquellas patologías que puedan requerir tratamiento. “Gracias a las revisiones anuales ginecológicas se pueden detectar enfermedades tanto de transmisión sexual, como cáncer ginecológico o de mama”, apostilla.
En su opinión, diferentes sensaciones negativas surgen en la mente de las mujeres cuando piensan en un chequeo ginecológico, la mayor parte de ellas procedentes de ideas preconcebidas, falta de información, y con la sensación de no poder depositar toda su confianza en un médico especialista en ginecología.
Insiste la experta de Quirónsalud en que el miedo a realizarse una revisión puede retrasar el diagnóstico de cualquier problema de salud, por lo que es imprescindible asistir siempre.
“El temor a los hallazgos anormales muchas veces retrasa la asistencia de la mujer a la consulta, pero debemos tener en mente que un diagnóstico precoz puede mejorar el pronóstico en muchos casos”, subraya la ginecóloga.
Cómo son las revisiones en el ginecólogo
Para desmitificar un poco cuáles pueden ser esas ideas preconcebidas y sobre todo erróneas de las revisiones al ginecólogo, la doctora Natalia Siegert niega que estas vayan a ser dolorosas y molestas. Afirma que en la visita al ginecólogo se pueden hacer diferentes exploraciones para comprobar el estado de salud de la mujer.
“Puede que realicemos exploración mamaria, tanto de forma visual para descartar asimetrías o lesiones en la piel, pezones, así como la palpación de los pechos para detectar masas, dolor, o cualquier secreción anormal. Es importante también la autoexploración mamaria para poder detectar a tiempo cualquier anomalía”, agrega.
También se realiza una exploración de los genitales, externamente, con la que poder comprobar la distribución del vello o detectar la presencia de bultos, infecciones o enfermedades de la piel, añade la especialista de Quirónsalud Alicante y Torrevieja.
En el caso de que la mujer haya iniciado su vida sexual, se le realizará una valoración con espéculo en busca de: secreciones anormales, lesiones en el cuello del útero y toma de muestras, para la citología o realización del test de Virus de Papiloma Humano y otros agentes infecciosos.
Por otra parte, se le podrán realizar pruebas como el ultrasonido o ecografía (abdominal o vaginal) para valorar el útero (tamaño, forma, tumores) y los ovarios.
El papel de la citología
Según concreta esta ginecóloga, la citología, “en la que se toma una muestra que no es dolorosa”, suele realizarse a partir de los 25 años o del inicio de las relaciones sexuales, y con ella se busca la obtención de células procedentes del cuello del útero y de la vagina, para su análisis en el microscopio.
“Su utilidad consiste en la identificación precoz de anomalías que podrían progresar a lesiones cancerosas. Desde hace unos años ha cobrado importancia la prueba de VPH (Virus de Papiloma Humano) para identificar a mujeres con riesgo de desarrollar cáncer de cuello uterino, y cuya realización recomendamos a partir de los 30-35 años (o antes en caso de alteraciones en la citología), y con una periodicidad de 5 años en caso de ser negativa”, agrega.
Para finalizar, la doctora Siegert señala que se suele prescribir la realización de pruebas complementarias, a realizar por otros departamentos, como analítica sanguínea, mamografía (a partir de los 40-45 años o antes en caso de considerarse necesario), ecografía mamaria (como complemento a la mamografía), y las pruebas de imagen o analíticas que se requieran para completar el diagnóstico.
Cuándo acudir por primera vez al ginecólogo
En cuanto a la edad de inicio o la ideal para comenzar con las revisiones ginecológicas, la especialista de Quirónsalud Torrevieja y Alicante reconoce que a día de hoy es relativa: “En casos en los que se presenten alteraciones menstruales, anormalidad del desarrollo genital o mamario habría que visitar al ginecólogo antes de las primeras relaciones sexuales. De hecho, es importante para la mujer acudir antes del inicio de las relaciones sexuales para tener información acerca de prevención de infecciones o embarazo”.
Además, considera que una vez iniciada la actividad sexual conviene hacer controles periódicos, aunque apunta que la frecuencia de las revisiones ginecológicas variará en función de cada mujer.
“Una de las preguntas más frecuentes es justamente la periodicidad de las mismas. Si se trata de revisiones rutinarias en una mujer sin síntomas y sin patología, es decir, sin la presencia de enfermedades, puede variar según el ámbito (público, privado), los antecedentes familiares o personales de la mujer, y su edad. Como norma general sería ideal hacerla cada año, aunque no se requiera de realizar siempre pruebas especiales”, defiende.
Así, la doctora Siegert recomienda acudir al ginecólogo tras la primera relación sexual, si se tienen dolores durante el periodo o se sangrara de forma irregular, si hay dolor en las relaciones o molestias al orinar, así como mal olor y comezón en la zona íntima, bultos en el pecho o labios vaginales, o con la llegada de la menopausia.