Fuente: 20 Minutos
La alimentación del bebé debe ser exclusivamente de leche -idealmente, materna- hasta los seis meses. Así lo recomienda la OMS y las asociaciones de pediatras de todo el mundo. Una vez cumplidos estos seis meses, se pueden ir introduciendo poco a poco la alimentación complementaria, pues su cuerpo ya va necesitando más nutrientes, especialmente el hierro. Aun así, la leche -adaptada o materna- seguirá siendo su principal fuente de nutrientes hasta los 12 meses y muy importante hasta los dos años de edad. A partir de los seis meses podemos -salvo alguna excepción- empezar a introducirle todos los alimentos. Es sí, de un modo escalonado para, en caso de que tenga alguna reacción alérgica e intolerancia, poder detectar fácilmente de qué alimento se trata. Esto también sirve para los cereales, incluso los cereales con gluten, que ya pueden introducirse en la alimentación complementaria a partir de los seis meses de edad.
¿Antes con o sin gluten?
Hasta hace poco se recomendaba que se introdujeran los cereales sin gluten (maíz, arroz, mijo…) unas semanas antes que los cereales con gluten por temor a que introducirlos demasiado pronto pudiera aumentar las probabilidades de padecer intolerancias o alergias, especialmente enfermedad celiaca. Aunque las recomendaciones van cambiando, actualmente se recomienda que no se demoren mucho y que tanto unos cereales como otros pueden darse a partir de los seis meses y con gluten siempre antes de los 12. Eso sí, es preferible que, aunque sea solo con unos días de diferencia, ofrecer antes los cereales sin gluten. Después, podemos empezar a ofrecer los cereales con gluten, pero, al tratarse de un alimento potencialmente alérgico, hay que hacerlo de manera progresiva y siempre antes de las cuatro de la tarde para observar, antes de que se acueste por la noche, si le ha causado alguna reacción o molestia digestiva.
Además, como el resto de alimentos nuevos que vayamos introduciendo se deben, como recomienda la Asociación Española de Pediatría “realizar de forma individual a intervalos de 3-5 días”.
¿Cómo los introducimos?
En función del tipo de alimentación con la que queramos que se inicien nuestros hijos, podemos ofrecerle el cereal entero cocinado en casa o en preparados de papilla en la farmacia.
Si optamos por ofrecerles preparados de farmacia, debemos fijarnos muy bien que no tengan azúcares añadidos ni azúcares libres. Este tipo de cereales en papilla tampoco tenemos por qué ofrecernos siempre con leche adaptada. Pueden prepararse perfectamente con leche materna (aunque la textura será más líquida) o, si las madres no quieren extraerse leche ni darles leche adaptada, pueden prepararse con agua o incluso añadir algún cacito a la fruta o a los purés. Si optamos por estas papillas, podemos combinar cereales con o sin gluten, aunque, sobre todo al principio, que primen los cereales sin gluten.
Las papillas no son necesarias, y cada vez más padres eligen preparar los cereales en casa, especialmente los que optan por la alimentación dirigida por el bebé o baby-led weaning (BLW). En estos casos, por ejemplo, podemos ofrecerles copos de avena cocinados, arroz cocido (mejor de origen español por el contenido en arsénico), sémola, pasta (algún macarrón)… e incluso fideos o dejándole que mordisquee galletas -con moderación por el contenido en azúcar- o un trozo de pan. Siempre, al igual que hacemos con los purés, que sean sin sal, como aconseja la Asociación española de Pediatría.
Cereales integrales, ¿sí o no?
Sí, pues, al igual que en la alimentación de los adultos, es preferible darles los cereales integrales y enteros. Los motivos, como nos cuenta Lucía mi pediatra, que aportan nutrientes que se reducen al refinarlos (como ácido fólico, magnesio, zinc…), ayudan a evitar el estreñimiento, son más saciantes y tienen un índice glucémico más bajo, lo que disminuye el riesgo de padecer diabetes tipo 2. Por suerte, hoy encontramos fácilmente opciones integrales de prácticamente todos los cereales: harina, pan, pasta, arroz…
Ya sea refinado o integral, cuando introduzcamos los cereales con gluten, debemos estar atentos a la tolerancia de estos alimentos por parte del niño. Si observamos algún síntoma propio de la celiaquía, como diarrea, estreñimiento, hinchazón, vómitos o irritabilidad, deberemos consultar con el pediatra.