“Salvo el factor de riesgo de la edad, que no podemos modificar, la mayor parte de los factores de riesgo sí podemos cambiarlos y prevenir hasta el 90% de estos episodios”

Fuente: La Razón

Actualmente más de 330.000 españoles presentan alguna limitación en su capacidad funcional por haber sufrido un ictus. Su incidencia en nuestro país es muy alta y entre 110.000 y 120.000 personas al año lo padecen. Además, conocer el riesgo frente al ictus es importante porque es una enfermedad con una mortalidad muy elevada. Representa la segunda causa de mortalidad en España, pero es que es la primera en mujeres, a la vez que tiene una morbilidad importante y con secuelas y consecuencias importantes para quien lo padece, y en un alto porcentaje de personas. Estos accidentes cerebrovasculares representan la primera causa de discapacidad en las personas adultas

Así lo advierte Araceli García Torres, médico adjunto del Servicio de Neurología en la Fundación Jiménez Díaz (Madrid), especializada en el tratamiento de los pacientes con patología vascular cerebral, quien sostiene, eso sí, que la buena noticia es que hay pocos factores de riesgo del ictus, y detectándolos y modificándolos se pueden disminuir notablemente las posibilidades de sufrir uno de estos episodios.

Se pueden prevenir el 80% de ictus

Así, la especialista de Quirónsalud insiste en que reducir el riesgo de sufrir un ictus pasa por conocer y prevenir sus factores de riesgo, apuntando a la hipertensión, al colesterol alto, a la diabetes o a los niveles de azúcar alto, el consumo de alcohol y de tabaco, el sobrepeso, el sedentarismo y las arritmias.

“Salvo el factor de riesgo de la edad, que no podemos modificar, la mayor parte de los factores de riesgo sí podemos cambiarlos y prevenir hasta el 90% de estos episodios”, subraya la experta.

En este punto, la doctora García llama la atención porque, de acuerdo con datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), en los últimos 20 años se ha incrementado hasta un 25% estos episodios entre las personas de 20 a 64 años. Pero no queda ahí la cosa porque, según constata esta especialista, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima en que los próximos 25 años su incidencia se incrementará un 27%.

“El ictus puede aparecer a cualquier edad, un 0,5% de todos estos accidentes cerebrovasculares tienen lugar en menores de 20 años; si bien su incidencia aumenta especialmente a partir de los 60-65 años. De hecho, un 5% de los españoles mayores de 65 han sufrido un ictus”, subraya.

Qué sucede en un ictus

La neuróloga de la Fundación Jiménez Díaz explica que el ictus es un problema de riego cerebral en el que se rompe o cierra una arteria que lleva sangre al cerebro y produce alteraciones neuronales y cerebrales con consecuencias importantes.

“Por cada minuto en el que una persona sufre la detención o la disminución de la circulación de la sangre en el cerebro se pierden 1,9 millones de neuronas y 14 billones de conexiones neuronales. Además, una hora supone un envejecimiento cerebral de 3,6 años y una pérdida de 120 millones de neuronas. Por eso, el ictus es siempre una urgencia médica. Por ello, ante los primeros síntomas de ictus debe llamarse inmediatamente al 112 y no trasladar al paciente por medios propios al hospital o al centro de salud”, subrayan en este sentido desde la Sociedad Española de Neurología.

Estos son los síntomas de un ictus

Aquí García avisa de que los síntomas del ictus generalmente se producen de forma brusca e inesperada, no tienen por qué darse todos al mismo tiempo, y con solo la aparición de uno de ellos es motivo de consulta rápida con los servicios de Urgencias. En concreto, enumera los siguientes síntomas del ictus:

  • Dolor de cabeza muy intenso y diferente a otros dolores de cabeza habituales sin causa aparente.
  • Alteración brusca en el lenguaje, con dificultades para hablar o entender a quien nos habla.
  • Pérdida repentina de fuerza o de sensibilidad en una parte del cuerpo, que puede afectar a la mitad del cuerpo, especialmente en la cara o en las extremidades (brazo o pierna sobre todo).
  • Trastorno repentino de la sensibilidad, sensación de acorchamiento u hormigueo de la cara, del brazo o de la pierna de un lado del cuerpo.
  • Pérdida de la visión de un ojo, o alteración brusca de la misma, por ejemplo presentar de repente visión doble o una incapacidad para apreciar los objetos en algún lado de nuestro campo visual.
  • Pérdida brusca de coordinación o de equilibrio.

“Una rápida detección y tratamiento del ictus son fundamentales para la evolución positiva y mejor pronóstico del paciente. Representa una emergencia médica y el tratamiento precoz disminuye el riesgo de secuelas”, concluye la médico adjunto del Servicio de Neurología en la Fundación Jiménez Díaz (Madrid).

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