Fuente: 20 Minutos
Muchas enfermedades graves comienzan su curso de una manera lenta e insidiosa, con síntomas poco disruptivos y que aparecen de manera habitual en padecimientos sin gran trascendencia que tendemos incluso a ignorar.
Hay que recordar, no obstante, que esto no significa que debamos alarmarnos ante el más mínimo síntoma. Si la molestia no es especialmente intensa, aparece de manera esporádica y no va acompañada de otros síntomas en la inmensísima mayoría de los casos no nos va a estar pasando nada grave. Aun así, siempre es conveniente prestar atención a nuestro cuerpo y comprender lo que podemos estar experimentando.
Dolor de espalda con origen en los músculos, huesos y articulaciones
Algo así pasa con el dolor lumbar o, lo que es lo mismo, en la parte baja de la espalda y los costados. Se trata de una manifestación que puede responder a muchos problemas diferentes, la mayoría de ellos no graves.
De hecho, lo más común es que se trate simplemente de lumbago, uno de los tipos de dolor más comunes en todos los grupos de población adulta (según la Sociedad Española de Reumatología, un 80% de los adultos experimenta dolores de espalda alguna vez en su vida).
El lumbago puede tener varios orígenes, y en función de ello van a variar sus características concretas. Cuando es muscular, se siente como un dolor sordo de intensidad variable, que empeora al realizar ciertos movimiento; cuando proviene de los nervios de la zona (como el nervio ciático), consiste en punzadas de dolor que 'viajan' hacia distintas partes del cuerpo (normalmente las nalgas); y cuando es articular, en la forma de 'pinchazos' de dolor agudo entre moderado e intenso en puntos muy localizados de la columna vertebral.
En todos los casos, las causas suelen ser de tipo mecánico: una mala postura sostenida, lesiones por fracturas o traumatismos, esfuerzos (como levantamiento de pesos) con una técnica incorrecta...
Dolor de espalda con origen en los riñones y uréteres
Por el contrario, en ocasiones el dolor en esta zona del cuerpo puede provenir de los riñones, y cuando es así normalmente se trata de un problema más grave. Por un lado, podría deberse a la presencia de un cálculo renal (o piedra del riñón) que obstruye las vías urinarias y puede causar un dolor intenso y profundo (cuando sucede a nivel del uréter o de unión del mismo con la pelvis renal, se denomina cólico nefrítico y está calificado como uno de los peores dolores existentes); por otro, puede ser el resultado de una infección renal (en este caso, se siente como un dolor sordo y constante).
Los cálculos renales, aunque pueden llegar a ser increíblemente molestos, por lo general no comportan un problema grave para la salud. En cambio, una infección renal sí puede tener consecuencias muy serias, como daños permanentes o incluso septicemia.
¿Cuándo debemos ir al médico?
Aunque en ningún caso será negativo consultar nuestro dolor con un profesional (pues es, al fin y al cabo, quien mejor puede aconsejarnos maneras de aliviarlo), la urgencia de la situación se puede determinar en base a distintas circunstancias.
Cuando el dolor provenga de los músculos, huesos o articulaciones, los principales criterios son la frecuencia, la persistencia y la intensidad del dolor junto con algunos acontecimientos previos a su aparición. Por ejemplo, un dolor muy intenso y localizado tras una caída puede deberse a una fractura o lesión que requiere atención inmediata; en cambio, un dolor moderado pero recurrente puede evidenciar una mala costumbre postural que deberemos corregir con el consejo de un médico; finalmente, un dolor leve que aparece en una ocasión puede deberse a una mala postura o a un esfuerzo puntual y puede no necesitar mayor atención.
De manera similar, cuando el dolor parezca provenir de los riñones, ya sea por un cálculo renal (intenso y profundo) o por una infección (sordo y constante) deberemos buscar asistencia urgente, especialmente si viene acompañado de otros síntomas preocupantes como fiebre alta, vómitos, náuseas o confusión; en el primer caso, es necesario confirmar el diagnóstico y en el segundo tomar medidas inmediatas para frenar la infección antes de que provoque daños irreversibles o se extienda al torrente sanguíneo.