Fuente: 20 Minutos
El cáncer es una enfermedad muy compleja, en la que intervienen muchos factores diferentes. Investigar cómo todos estos elementos confluyen para provocar la afección puede, por tanto, ofrecer la clave para prevenirla, tratarla y detectarla precozmente.
En esta línea se inscriben artículos como uno recientemente publicado en el medio especializado Chinese Medical Journal, que mira a la relación existente entre la microbiota intestinal y el cáncer de colon.
Las bacterias y el cáncer, especie por especie
Los autores del trabajo, un meta-análisis de la literatura científica preexistente no exploran tanto si existe esta relación (lo que está ya confirmado) sino cuáles son los mecanismos que median entre los cambios en la microbiota intestinal y el desarrollo de lesiones tumorales.
Así, por ejemplo, atendiendo a estudios en modelos de ratones identifican una serie de bacterias cuyas poblaciones se asocian con efectos carcinogénicos, tanto directos como indirectos, y otras que por el contrario parecen ser beneficiosas (probióticas) y que podrían incluso tener propiedades anticarcinógenas.
Lo que señalan es que estas bacterias están presentes, en cualquier caso, también en un intestino sano; lo que sucede es que, en condiciones normales, sus poblaciones son lo bastante reducidas como para que sus efectos sean significativos. En cambio, cuando existe un compromiso de la microbiota (por ejemplo, debido a otras enfermedades o por un uso excesivo de antibióticos), estas especies pueden proliferar y propagarse, estimulando el crecimiento de cáncer colorectal por diversos mecanismos (como inflamación crónica, daño cromosómico y daño a las células inmunes que protegen frente a los tumores).
Algunas, como Escherichia coli o Campylobacter jejuni, producen toxinas que dañan el epitelio intestinal, produciendo reacciones inflamatorias. Otras, como Streptococcus bovis o Fusobacterium nucleatum, promueven el crecimiento de células tumorales, su invasividad y su resistencia a algunos tratamientos; ciertas especies, como Peptostreptococcus anaerobius, producen radicales libres capaces de dañar el ADN de las células, provocando en ocasiones mutaciones carcinogénicas.
Por el contrario, las bacterias probióticas pueden tener efectos opuestos, reduciendo las reacciones inflamatorias y eliminando las toxinas y sustancias asociadas al daño celular.
Aplicaciones prácticas
Más allá del valor que tiene este conocimiento teórico en sí mismo, los estudios sobre los efectos que tienen las distintas especies que conforman la microbiota intestinal pueden tener un efecto directo en la práctica clínica que mejore las expectativas de las personas con cáncer colorrectal o en riesgo de padecerlo.
El análisis detallado de las poblaciones, por ejemplo, puede permitir identificar un riesgo elevado antes de que se desarrolle la enfermedad, permitiendo la aplicación de terapias preventivas mediante la corrección de desequilibrios. Los trasplantes de bacterias probióticas, similarmente, son una vía prometedora para mejorar el pronóstico de las personas con con este tipo de cáncer, un enfoque que ya se trabaja con un cierto éxito.
Lo que sí que se pone de manifiesto es la importancia de buscar vías alternativas o complementarias a los tratamientos tradicionales contra el cáncer, a menudo de eficacia relativa y con importantes efectos adversos. Probablemente, no sea posible en el corto plazo encontrar ningún tipo de cura milagrosa o definitiva; seguramente, dada la complejidad de la afección, las estrategias terapéuticas deban ser igual de complejas para poder traducirse en una mejoría real de la calidad de vida y expectativas de las personas con cáncer.