Fuente: La Razón
Cuando la enfermedad de Parkinson hace acto de presencia resulta habitual intentar ponerle remedio por todos los frentes posibles. Y ahí también entra en juego la alimentación. De hecho, cada vez hay más evidencia científica que avala el «poder» que tiene un adecuado patrón dietético a la hora de frenar esta patología neurodegenerativa.
Prueba de ello es que un reciente estudio muestra que las personas con párkinson que consumen una dieta que incluye tres o más porciones por semana de alimentos ricos en flavonoides, como el té, las manzanas, las bayas y el vino tinto, pueden tener una menor probabilidad de morir durante el periodo de estudio que las personas que no consumen tanto estos compuestos, tal y como publican investigadores de la Universidad Estatal de Pensilvania, en Estados Unidos, en la revista científica «Neurology», la revista médica de la Academia Americana de Neurología.
En concreto, tras ajustar factores como edad y el total de calorías, el grupo de mayores consumidores de flavonoides, tanto hombres como mujeres, presentaba un 70% más de posibilidades de supervivencia que el resto. «Se necesita más investigación para entender por qué las personas con párkinson que tienen dietas más altas en flavonoides pueden presentar mejores tasas de supervivencia. Sin embargo, si alguien con esta enfermedad es capaz de añadir unas pocas porciones de bayas, manzanas, naranjas y té a su menú semanal, los resultados sugieren que puede ser una manera fácil y de bajo riesgo para mejorar su salud», advierte el investigador.
Poder antioxidante
«Los flavonoides son compuestos químicos presentes en las plantas que, en la actualidad, generan mucho interés por sus propiedades antioxidantes y sus posibles beneficios en la salud. Se trata de pigmentos naturales de los vegetales que, a través de la dieta, incorporamos en nuestro organismo. Se encuentran en vegetales, semillas, frutas y en bebidas como vino y cerveza», explica Ana Zugasti, miembro del Área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).
La clave del éxito de este tipo de compuestos reside en que desempeñan un papel esencial en la protección frente a los fenómenos de daño oxidativo, y tienen efectos terapéuticos en un elevado número de patologías, incluyendo la cardiopatía isquémica, la aterosclerosis o el cáncer», detalla Zugasti, quien hace hincapié en que «en relación con el efecto en enfermedades neurodegenerativas, los resultados de una revisión sistemática publicada en 2018 mostraron que una variedad de flavonoides pueden ser prometedores para el desarrollo de nuevos fármacos con los que tratar patologías neurodegenerativas, pero todavía falta investigación traslacional y se carece de evidencia clínica de esos compuestos». Pero no es el único beneficio, ya que, según algunas investigaciones científicas, consumir alimentos ricos en flavonoides podría ayudar, también, a mejorar la salud del sistema nervioso y, con ello, a reducir los niveles de estrés y de ansiedad.
El peligro de abusar
Sin embargo, abusar de este tipo de compuestos puede resultar contraproducente. Esto se debe a que «un significativo número de estudios proveen evidencia de que algunos flavonoides presentan un papel dual en la mutagénesis y en la carcinogénesis, es decir, pueden actuar como antimutagénicos o como promutágenos; como antioxidantes y como pro-oxidantes, lo cual depende en gran medida de los niveles de consumo, así como de las condiciones fisiológicas del cuerpo», asegura Zugasti.
Así, la exposición a niveles altos de flavonoides, «ya sea por medio de la dieta o por consumo de suplementos, puede potencialmente saturar al sistema, propiciando una sobreproducción de especies reactivas de oxígeno y produciendo posteriormente daño al DNA y a sus procesos de replicación. Estos efectos pueden ser mayores durante el desarrollo fetal donde el crecimiento celular es rápido, lo cual puede incrementar la sensibilidad a la exposición a diversos flavonoides», advierte la portavoz de la SEEN. Por todo ello, según los expertos, la clave está en comer variado, de manera moderada y equilibrada, sin poner el foco en un único grupo de alimentos y sin olvidar el ejercicio físico.