Fuente: La Razón
Los adultos que siguen una dieta variada con al menos 8-10 gramos de fibra soluble al día tienen menos microbios resistentes a los antibióticos en sus intestinos, según un estudio publicado hoy por científicos del Servicio de Investigación Agrícola de EE UU en “mBio”.
Algo esencial, ya que las bacterias resistentes a los antibióticos ya provocan más muertes que el sida y la malaria. En la actualidad, las resistencias antimicrobianas provocan ya más de 35.000 muertes en España, según la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica. Además, causa cuatro millones de infecciones graves al año. Se trata de uno de los desafíos más importantes a los que nos enfrentamos. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2050 esta gran amenaza para la salud pública que ya causa 700.000 fallecimientos al año podría superar al cáncer como primera causa de muerte, al provocar 10 millones de defunciones anuales.
La resistencia antimicrobiana se basa en gran medida en su microbioma intestinal, donde se sabe que los microbios llevan estrategias genéticamente codificadas para sobrevivir al contacto con los antibióticos.
“Los resultados -del estudio- llevan directamente a la idea de que modificar la dieta tiene el potencial de ser un nuevo arma en la lucha contra la resistencia antimicrobiana. Tampoco estamos hablando de comer una dieta exótica, sino una dieta diversa, adecuada en fibra, que algunos estadounidenses ya comen”, explicó la bióloga molecular investigadora Danielle Lemay, del Centro de Investigación de Nutrición Humana Occidental y líder del estudio.
En esta investigación, los científicos buscaban asociaciones específicas de los niveles de genes de resistencia a los antibióticos en los microbios del intestino humano si se llevaba una dieta rica en fibra o en proteína animal. En total, 290 adultos sanos participaron en el estudio.
Los investigadores encontraron que comer regularmente una dieta con niveles más altos de fibra y niveles más bajos de proteína, especialmente de carne de res y cerdo, se correlacionó significativamente con niveles más bajos de genes de resistencia antimicrobiana en su microbiota. Aquellos con los niveles más bajos de esta resistencia en sus microbiomas intestinales también tenían una mayor abundancia de microbios anaeróbicos estrictos, que son bacterias que no prosperan cuando hay oxígeno presente y son un sello distintivo de un intestino sano con poca inflamación. Las especies bacterianas de la familia Clostridiaceae fueron las anaerobias más numerosas encontradas.
Pero la cantidad de proteína animal en la dieta no fue un predictor principal de niveles altos de genes de resistencia antimicrobiana. La evidencia más sólida fue la asociación de mayores cantidades de fibra soluble en la dieta con niveles más bajos de genes de resistencia antimicrobiana.
“Sorprendentemente, el factor más importante de niveles bajos de genes de resistencia antimicrobiana, incluso más que la fibra, fue la diversidad de la dieta. Esto sugiere que es posible que deseemos comer de diversas fuentes de alimentos que tienden a ser más altas en fibra soluble para obtener el máximo beneficio”, añade Lemay.
La fibra soluble, como su nombre lo indica, se disuelve en agua y es el principal tipo de fibra que se encuentra en granos como la cebada y la avena; legumbres como las lentejas, semillas (como las de chía) y nueces; y algunas frutas y verduras como zanahorias, alcachofas y brócoli.
En cambio, las personas que tenían los niveles más altos de genes de resistencia antimicrobiana en su microbioma tenían microbiotas intestinales significativamente menos diversas que el resto.
“Nuestras dietas proporcionan alimento para los microbios intestinales. Todo esto sugiere que lo que comemos podría ser una solución para reducir la resistencia a los antimicrobianos al modificar el microbioma intestinal”, incide Lemay.