Fuente: La Razón
Después de haber cursado un verdadero máster sobre el SARS-CoV-2, responsable de la Covid-19, durante estos dos años y medio de pandemia, recordar ahora qué nos ocurrió cuando pasamos la varicela puede sonar anecdótico. Sin embargo, remontarse a ese momento se convierte en la llave para entender por qué los casos de herpes zóster, popularmente conocido como culebrilla, se han disparado en nuestro país durante los últimos meses, tal y como advierten los expertos consultados por A TU SALUD.
«Sin duda alguna esta infección es, junto con la rosácea, una de las patologías cuya casuística ha aumentado en estos dos años. Nuestra estimación es que ha crecido en un 10-20% de casos respecto a años anteriores», explica Manuel Fernández, dermatólogo de Grupo Pedro Jaén, jefe de Servicio de Dermatología del Hospital Ramón y Cajal de Madrid y presidente de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV).
De hecho, desde la AEDV también avalan este incremento, aunque, tal y como advierte Cristina Galván, dermatóloga del Hospital Universitario de Móstoles, «el herpes zóster no es una enfermedad de declaración obligatoria y, por tanto, no disponemos de datos que puedan demostrarlo. Sin embargo, hay estudios publicados que, en el área donde lo analizan, constatan este aumento y, sin duda, los médicos tenemos la sensación de que estamos asistiendo a un mayor número de casos desde el inicio de la pandemia». Una sensación que, de igual modo, se ha percibido desde la atención primaria. Así lo confirma Isabel Jimeno, responsable del grupo de trabajo de vacunas de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), quien asegura que «sí hemos visto más casos en las consultas, probablemente por encima del 10%».
Síntomas más intensos
Y no solo hay un mayor número de casos constatados, sino que, además, los expertos también hablan de problemas más serios. «Tanto por lo que refieren algunas publicaciones como por los comentarios de compañeros dermatólogos, también se están presentando casos con síntomas más intensos y en tramos de edad más jóvenes de lo habitual», asegura Galván.
Ante este escenario, la pregunta del millón pasa por adivinar la razón por la que esa culebrilla parece haber ganado terreno durante estos dos últimos años y la influencia, directa o indirecta, de la pandemia acapara todas las hipótesis. «Hay varios estudios que demuestran una asociación entre pasar la Covid-19 y la aparición de herpes zóster. Para establecer una relación de causa efecto resultan necesarios trabajos con una muestra de pacientes más amplia (miles) y con más años de seguimiento, pero hasta la fecha, todas las investigaciones nos dan pistas que orientan a que pronto se confirmará definitivamente esta relación», avanza Fernández.
Uno de los informes más completos publicados hasta el momento confirma que el riesgo de contraer herpes zóster tras una infección de coronavirus aumenta en un 15% en comparación con las personas que no se contagiaron por SARS-CoV-2. Si además la persona infectada tuvo que ser hospitalizada porque se agravó su estado, el riesgo de desarrollar una culebrilla se dispara hasta el 21%. De hecho, incluso ocho o diez semanas después de la infección, la enfermedad del herpes zóster puede aparecer, ya que solo seis meses después de la covid se normaliza el riesgo de contraer esta infección.
La conjetura que actualmente se maneja parte del hecho de que «el herpes zóster es una reactivación del virus de la varicela que, tras padecerla, queda en el organismo acantonado, en estado latente. Cualquier persona que haya sido infectada por el virus de la varicela, puede sufrir esta reactivación y no es raro que suceda cuando hay una disminución de la inmunidad o esta está alterada por la presencia de otro proceso, tal y como puede ser la infección por el virus SARS-CoV-2. Sin embargo, no hay una demostración científica sobre cuál es el vínculo exacto entre la reactivación y el nuevo coronavirus», reconoce la portavoz de la AEDV.
En concreto, «en los pacientes con coronavirus que presentan herpes zóster, este se suele manifestar al séptimo día de presentar síntomas respiratorios. No obstante, hay muchos casos en los que incluso puede aparecer la erupción cutánea sin que el paciente tenga ningún signo clínico, es decir, como en el caso de la Covid-19 asintomática», asegura Fernández. ¿La razón? Pues, según el dermatólogo de Grupo Pedro Jaén, «parece que el herpes zóster tiene lugar debido a que “se aprovecha” del estado de inmunodepresión que presenta el paciente cuando padece la Covid-19. En concreto, suele haber una disminución del número de glóbulos blancos (linfocitos) como consecuencia de la enfermedad, y esta es la causa de que sea posible la recidiva del virus de la varicela zóster».
El segundo escenario que también se está estudiando es la posibilidad de que la inoculación masiva frente al SARS-CoV-2 haya podido influir en el aumento de casos de herpes zóster. «En este sentido, sí que hay ya estudios en la literatura científica muy consistentes que confirman esta relación. Uno de los trabajos más importantes en esta línea ha sido publicado recientemente en la revista de la Academia Europea de Dermatología y apunta a que el riesgo de padecer herpes zóster tras recibir la vacuna es de un 0,2%», asegura Fernández.
Sin embargo, el mecanismo por el que sucede esto todavía no se ha dilucidado con seguridad. «Parece que el compromiso transitorio de los linfocitos T para producir inmunidad en el paciente contra la Covid-19 es aprovechado por el virus de la varicela zóster», explica Fernández. Un argumento que también apunta Galán, quien asegura que «no nos sorprende que una situación inmunitaria desviada hacia la generación de defensas contra un virus, por la administración de una vacuna, facilite que otros virus en estado de latencia se reactiven. Esta es una explicación muy simple para entenderlo, pero la literatura científica refleja distintas hipótesis sobre los eventuales mecanismos inmunológicos y mediadores moleculares implicados aunque, de momento, ninguna de ellas está demostrada». Por ello, Amós García Rojas, presidente de la Asociación Española de Vacunología (AEV), insiste en que «resulta apresurado apuntar a que la vacunación frente al coronavirus puede estar detrás del aumento de herpes zóster en nuestro país. No está demostrado de manera contundente que así sea».
Vacunación en mayores
Sufrir un herpes zóster no es una cuestión baladí, «ya que provoca mucho dolor, resulta muy invalidante e implica una pérdida considerable de calidad de vida, sin olvidar que, en el peor de los casos, puede desencadenar una neuralgia post-herpética, dejando un dolor neuropático que puede convertirse en crónico», asegura Jimeno. Por ello, la portavoz de la SEMG insiste en que «la vacunación en el adulto mayor de 65 años resulta clave, pues a partir de esa edad el sistema inmune empieza a ser más débil y, si se produce una infección, las consecuencias son más graves». Ante esa evidencia, García Rojas alaba «el consenso de todas las comunidades autónomas para implementar la inmunización en adultos frente al herpes zóster».