Fuente: La Razón
El verano es sinónimo de relajación y de tiempo libre, un tiempo que asociamos con sentarnos a la mesa y disfrutar de una buena comida sin prisas. Pero puede convertirse en un deporte de riesgo si no se realiza bajo estrictas medidas de seguridad, ya que las intoxicaciones alimentarias se disparan en la época estival, tal y como advierten desde la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).
Las intoxicaciones alimentarias se producen con más frecuencia en verano «porque la temperatura ambiente más elevada hace que los microorganismos se multipliquen a más velocidad. Además, suele ser el momento de comidas familiares, lo que hace que si hay un alimento contaminado el brote afecte a mucha más gente. También es el momento de salir a comer fuera y llevarnos la comida y no siempre la transportamos en condiciones óptimas», explica Beatriz Robles, tecnóloga de alimentos. Y así lo ratifica Ana Isabel Sánchez, miembro del Área de Nutrición de la SEEN, quien detalla que «los microorganismos son seres vivos que necesitan que el alimento, que les sirve de vehículo y de hábitat, les brinde unas condiciones favorables. Con ellas, si les concedemos el tiempo necesario, se reproducirán pudiendo alcanzar dosis infectivas y, además, aquellos que son toxigénicos producirán toxinas».
La intoxicación alimentaria se produce al tomar alimentos con gérmenes patógenos o sus toxinas, por virus o por parásitos. «Puede tener su origen en la ingestión de bacterias o virus vehiculados en el alimento (infección), en toxinas producidas por aquellas previamente formadas en el alimento (intoxicación), o en formas parasitarias en fases concretas de su ciclo evolutivo (infestación)», explica Sánchez, quien detalla que las más frecuentes son «la salmonelosis y la hepatitis A; de intoxicaciones por sus toxinas, el botulismo y la gastroenteritis; y por enterotoxina estafilocócica y de parasitosis, la triquinelosis y la anisakiasis».
Aunque pueda parecer que se trata de algo baladí, pasar una intoxicación alimentaria puede dañar gravemente la salud. «Las más conocidas presentan cuadros gastrointestinales, pero algunas pueden afectar a otros órganos y tejidos, como el cerebro, la placenta o los pulmones, con sintomatología más grave que puede llegar a ser letal», advierte Robles, quien hace hincapié en que las personas más vulnerables son las «mujeres embarazadas, debido a la gravedad de los efectos que algunas intoxicaciones pueden tener sobre el feto; los niños pequeños, porque no tienen completamente desarrollado el sistema inmunitario y su tracto gastrointestinal es inmaduro, lo que se lo pone más fácil a los microorganismos; las personas mayores, por cambios que afectan al sistema digestivo e inmunitario, y los pacientes inmunodeprimidos».
Indicios graves de alarma
En cualquier caso, la endocrinóloga recomienda consultar al médico cuando se presenten algunos síntomas de alarma «como episodios frecuentes de vómitos e incapacidad para tolerar líquidos, vómitos o heces con sangre, diarrea durante más de tres días, dolor extremo o calambres abdominales intensos, fiebre (temperatura superior a 38 °C), signos o síntomas de deshidratación (sed excesiva, sequedad de boca, poca cantidad o ausencia de orina, debilidad grave, mareos o aturdimiento)».
Por todo ello, para evitar sufrir intoxicaciones la regla de oro es consumir alimentos que hayan sido tratados o manipulados higiénicamente. «No hay que tomar leche cruda sin tratamiento térmico previo. Las carnes, el pescado y los productos de repostería deben estar refrigerados o congelados. Es necesario cocinar bien los alimentos de origen animal, ya que pueden estar contaminados por microorganismos y, además, hay que ingerir los alimentos poco tiempo después de cocinarlos», aconseja Sánchez.
Sin olvidar que, según insiste Robles, hay que «maximizar las normas de manipulación higiénica (lavado de manos, limpieza de superficies...), respetar la cadena de frío, mantener los alimentos cocinados en el frigorífico, así como tener cuidado con alimentos de alto riesgo (preparaciones con huevo crudo y otros productos crudos de origen animal, alimentos listos para consumo como loncheados...).