Fuente: Diario Farma
En el contexto bélico actual se ha incrementado notablemente la preocupación de la población ante un posible catástrofe nuclear y, ante un evento que suponga una exposición masiva a radiactividad, el soporte vital y la distancia respecto al punto de impacto son dos variables fundamentales para poder calibrar los daños y posibles respuestas. No obstante, también intervienen otros actores y factores para poder minimizar su impacto y, entre ellos, la Farmacia Hospitalaria puede jugar un papel fundamental en dos aspectos claves para protegerse ante la radiación: la gestión integral farmacoterapéutica de medicamentos comerciales utilizados en condiciones especiales y la elaboración de medicamentos individualizados como fórmulas magistrales, según pone de manifiesto el artículo La Farmacia Hospitalaria ante situaciones de emergencia nuclear, publicado en ILAPHAR, la revista de la OFIL (Organización de Farmacéuticos Ibero-latinoamericanos).
En una revisión realizada por Anxo Fernández-Ferreiro, Miguel González-Barcia, Francisco Cajade-Pascual, María Puente-Iglesias e Irene Zarra-Ferro, miembros del Servicio de Farmacia del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela y del Grupo de Farmacología Clínica del Instituto de Investigación Sanitaria del citado centro, se recoge los tratamientos preventivos y/o paliativos frente a las exposiciones radioactivas procedentes de lo radionuclidos de yodo, cesio, talio, galio, polonio, tecnecio o uranio, señalando que actualmente se disponen para su tratamiento seis medicamentos comercializados (DTPA-Ca, Azul de Prusia, Penicilamina, Dimercaprol, Bicarbonato sódico y DTPA-Zn) y tres fórmulas magistrales (yoduro potásico, solución de lugol al 5% y perclorato potásico), las cuales deberían formar parte de un stock de emergencia en lugares cercanos amenazados por la exposición radioactiva.
Por otro lado, según los expertos, existen nueve compuestos naturales (curcumina, melatonina, diglucósido de secoisolariciresinol -SDG-, selenio, beta caroteno, coenzima Q10, ácido lipoico, alginato y fucus vesiculosus), que por sus propiedades antioxidante, antiinflamatoria y/o potencial quelante de metales podrían utilizarse como radioprotectores en este tipo de eventos, estando la mayoría disponibles registrados como materia prima y siendo, por tanto, valorable su elaboración como formulación magistral. Según destaca González Barcia, responsable del Área de Farmacotecnia del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela y supervisor de instalaciones radioactivas, “es muy importante dejar claro que tanto los servicios como las oficinas de farmacia podríamos preparar cualquier de las tres formulas magistrales citadas siempre a demanda de una prescripción médica, ya que son de muy sencilla elaboración y poca complejidad”, matizando que dicha elaboración debería realizarse “bajo la supervisión de las autoridades sanitarias que indicarían la necesidad de emplear estas formulas magistrales”. La necesidad de disponer de un stock más abundante de materia prima para elaborar estas formulas, en opinión de González barcia, “tiene que ser una decisión de las autoridades sanitarias correspondientes en base al riesgo de un evento de este tipo”.
Medidas farmacológicas frente a una situación de irradiación
Entre las medidas preventivas recomendadas frente a yodo radiactivo, los expertos apuntan que “una de las sustancias químicas con más evidencia es la administración de yodo estable en forma de yoduro potásico (KI)”. La administración en pocas horas previas o durante el exposición puede reducir la radiación del tiroides hasta un 95%, si bien retrasar el inicio a las 6 horas reduce esta efectividad al 50%. Debido a que la duración del efecto de KI es temporal, es necesario una administración diaria del yodo estable mientras dure el riesgo de contaminación. La FDA tiene aprobada en la actualidad una presentación de yoduro potásico en forma de solución oral a concentración de 65 mg/mL, pero en España no se dispone de ninguna presentación comercial, y tampoco es posible el acceso a las mismas como solicitud de medicamentos en situaciones especiales. La única opción comercial de esta molécula son medicamentos empleados como aporte de yodo durante el embarazo, pero las cantidades de yodo incluidas en los mismos son mínimas (~150-200 mcg habitualmente), y por tanto su utilidad es nula como bloqueante del yodo radiactivo.
Debido a la imposibilidad de acceso a presentaciones comerciales en España, apuntan los expertos, la única opción disponible sería la elaboración de fórmulas magistrales desde los Servicios de Farmacia Hospitalaria u oficinas de farmacia. La población diana en la que se debe priorizar la administración son los niños, en los que la exposición a un mismo nivel de radiación representa una dosis recibida entre 8-9 veces superior a la de adultos. Como alternativa a las formas sólidas orales, puede prepararse una solución de lugol al 5% útil para pacientes con problemas de deglución o para facilitar la dosificación y administración en niños. La composición de esta fórmula es 5 gramos de yodo, 10 gramos de yoduro potásico y agua estéril hasta 100 mL. En el caso de pacientes alérgicos al yodo, la alternativa disponible como protección frente a la captación de yodo radiactivo por el tiroides es el perclorato (ClO4-).
El perclorato es un anión inorgánico que disminuye el transporte activo del yodo al interior del tiroides debido a su mayor afinidad por el transportador de yoduro. Se absorbe rápidamente en el tracto gastrointestinal tras la ingestión y se elimina inalterado en orina, teniendo una vida media de 6-8 horas en humanos. Como actualmente no hay comercializada en España ninguna presentación con este principio activo, la única opción comercial a la que podría accederse es una solución oral de perclorato sódico 300 mg/mL a través del portal de Medicamentos en Situaciones Especiales al tratarse de un medicamento extranjero.
En un accidente nuclear, además del yodo radiactivo también se liberan otra gran variedad de radioisótopos tóxicos. Los más relevantes son el cesio y talio radiactivo cuyo tratamiento preventivo es el azul de Prusia (hierro III hexacianoferrato), junto con el americio, plutonio, curio, indio e iridio para los que se utiliza como tratamiento el pentaacetato de dietilentriamina (DTPA). El primero dispone de una presentación comercial (Radiogardase®), en forma de cápsulas de 500 mg. La adquisición se realiza como medicamento extranjero a través de la página de la AEMPS de acceso a medicamentos en situaciones especiales. Respecto al DTPA, puede encontrarse en forma de dos sales distintas, cálcica (Ca-DTPA) y de zinc (Zn-DTPA), estando aprobadas para esta indicación desde el 2004 por la FDA El DTPA, mediante el intercambio del ión divalente asociado (calcio o zinc), forma quelatos estables con los iones metálicos de americio, plutonio, curio, indio e iridio, por los que presenta mayor capacidad de unión. Posteriormente, estos quelatos son excretados a la orina a través de la filtración glomerular. La eliminación de estos metales no es completa, pero la disminución de sus niveles ayuda a reducir los efectos secundarios de su radiactividad. Actualmente la sal cálcica está como medicamento extranjero a través de la página de medicamentos en situaciones especiales de la AEMPS.
Radioprotectores
Los radioprotectores son sustancias capaces de reducir los efectos secundarios de las radiaciones, pudiendo utilizarse tanto como agentes preventivos como de tratamiento. Cada vez se descubren más agentes con potencial radioprotector, pero la mayoría de las sustancias con capacidad radioprotectora aún están en estudio y cuentan con pocos ensayos que respalden su eficacia. En la actualidad, el único radioprotector aprobado por la FDA es la amifostina, estando indicado en la protección contra la xerostomía inducida por radiación ionizante en pacientes con cáncer de cabeza y cuello. Entre los compuestos naturales, se encuentran los flavonoides y antioxidantes. Los primeros son los más ampliamente estudiados debido a su acción antioxidante, antiinflamatoria y a su potencial quelante de metales. Algunos de estos compuestos, como la curcumina, han sido estudiados en humanos con resultados prometedores.
Otro grupo de interés, son los antioxidantes naturales como el selenio y la coenzima Q10, los cuales también tienen un potencial efecto radioprotector respaldado en ensayos en humanos. También destacan el alginato, cuyo poder radioprotector reside en su capacidad de disminuir la absorción y promover la excreción de cesio (Cs) y estroncico (Sr); o el fucoidan, un polisacárido sulfatado purificado de algas pardas que incluye Fucus Vesiculosus y Laminaria Japónica. Posee propiedades antioxidantes y eliminadoras de radicales libres, presentando además un alto contenido en yodo. Entre los compuestos sintéticos, los expertos recogen el clorhidrato de tetraciclina, el calixareno, el lisinopril y la angiotensina. No obstante, matiza González-Barcia, “todos son moléculas en investigación en ensayos clínicos y su empleo fuera de la investigación clínica no sería una práctica aconsejable”.