Con la llegada del otoño llegan los tonos ocres, pardos y anaranjados a la naturaleza; las bajadas de temperaturas, el aumento de la humedad en el ambiente, la disminución de la presión atmosférica, (...). Es decir, todo nuestro entorno cambia durante estos meses. Por eso, cabe preguntarse que, si el cambio de estación tiene tanto impacto en el mundo que nos rodea, ¿Por qué no iba a tenerlo en nuestro organismo?
Al fin y al cabo, nuestro cuerpo acaba de salir de una estación en la que todo era sol y calor. Y de golpe y porrazo, se enfrenta a todos estos cambios climáticos y ambientales. Como es lógico, al organismo le cuesta acostumbrase. Lo que puede suponer una amenaza para nuestro sistema inmunitario y para nuestro metabolismo. Otra cosa que también ocurre con frecuencia, es que todos estos efectos indeseables tengan también su influencia sobre nuestro estado de ánimo.
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