«La interrupción de rutinas y hábitos con el confinamiento ha provocado que muchas personas no vuelvan a tener un sueño aceptable. Ahora, nos encontramos en las consultas con un repunte de solicitudes de derivación a nuestras unidades», afirma a Levante-EMV Javier Puertas, secretario de la Federación Española de Sociedades de Medicina del Sueño (Fesmes) y jefe de Servicio de Neurofisiología y de la Unidad del Sueño del Hospital Universitario de la Ribera.
La necesidad de dotar de recursos a los profesionales sanitarios para tratar estas patologías se ha vuelto a poner sobre la mesa después de que la Comisión de Sanidad presentara este miércoles en el Congreso una Proposición no de Ley (PNL) en la que instan a «desarrollar los contenidos formativos necesarios para la atención de este problema de salud», «valorar la actualización de la Guía de Práctica Clínica» y «promocionar hábitos de sueño saludables y la actividad física».
Los datos de la Fesmes estiman que en España más de cuatro millones de personas padece algún trastorno de sueño crónico y grave, y más de un 30 % de la población se despierta con la sensación de no haber descansado. Una cifra que Puertas considera, incluso, «prudente», debido al impacto futuro del sobrepeso y la obesidad, así como del estrés y la incertidumbre económica. «No abordar estos problemas va a tener consecuencias importantes en la salud pública», defiende.
Reconocimiento oficial
Para hacer frente al repunte de pacientes, desde la Federación reivindican la creación de un Área de Capacitación Específica, en línea con otros países europeos como Alemania, Francia o Portugal, en los que la medicina del sueño está reconocida como una subespecialidad oficial. Entre otros motivos porque, alertan los expertos, la pandemia ha acentuado la línea ascendente que ya tenían las pastillas para dormir, especialmente los hipnóticos (Benzodiacepinas), asegura Puertas. Una realidad que constatan desde el Muy Ilustre Colegio de Farmacéuticos (Micof).
«Está aumentando el uso de este tipo de medicación, tanto para el insomnio como para la ansiedad, y en muchos casos se cronifica en el tiempo, algo que no es aconsejable», afirma Álvaro Peláez Ferrando, vocal de Servicios Profesionales del Micof. El especialista explica que se trata de un medicamento con un coste «muy económico» y con el que el efecto «se nota rápidamente». Por eso, «sufren de una sobre prescripción».
Su consumo, además, está muy relacionado con «nuestros hábitos de vida y nuestros horarios no demasiado saludables en algunos aspectos como el hecho de estar fuera de nuestro meridiano de Greenwich y ser una sociedad crónicamente deficitaria de sueño», comparte Gonzalo Pin, jefe de Servicio de Pediatría y coordinador de la Unidad del Sueño de Quirónsalud València. Asimismo, explica que generalmente se trata el insomnio desde el punto de vista farmacológico, dejando atrás otras dimensiones como la biológica, la ecológica, la psicológica o la sociológica. «Nuestro objetivo es tratar de manera integral estos problemas para evitar el uso inadecuado de fármacos», subraya. En este sentido, Peláez propone impulsar una sinergia entre farmacia comunitaria y el resto de especialidades sanitarias implicadas para vigilar el posible abuso de las pastillas para dormir. Y para ello, se necesitan recursos. Pero las listas de espera en las Unidades del Sueño, apunta Puertas, son de meses. Al respecto, Pin señala que hay «pocas» y hay que «dotar mejor a las que existen». «El sueño es un área de salud interdisciplinaria en la que intervienen diferentes especialidades. Esto exige coordinación», señala.
Del mismo modo que se refleja en la PNL, los expertos apuestan por mejorar la educación de la población general al respecto. «Estamos en una sociedad que transmite que dormir es perder oportunidades. Un buen descanso mejora la salud pública, y a nivel individual nos permite tener una mejor calidad de vida», concluye Pin.