FUENTE: Las Provincias
Cuando lo fumaba, a veces me quedaba dormido en mitad de una frase o caminando, pero de pie y sin caer, con visiones geométricas muy intensas en bellos colores azules y amarillos». La frase es de un consumidor que ha colgado en el blog Drogoteca su ‘Guía de reducción de riesgos para el consumo recreativo de fentanilo’, un opiáceo sintético 50 veces más potente que la heroína y 100 más que la morfina. Lo de reducir los riesgos es un decir: esta sustancia, conocida en el mercado negro como ‘China White’, ha desatado la alarma al provocar miles de sobredosis letales en Norteamérica.
Barack Obama anunció esta semana que el Gobierno Federal dedicará 1.100 millones de dólares a frenar los mortíferos efectos del consumo de heroína y analgésicos opiáceos. Se refería, en concreto, al fentanilo, que, según la Agencia Antidrogas de Estados Unidos, la DEA, causó 700 muertes directas y, de forma indirecta, buena parte de las 8.000 sobredosis de ‘caballo’ adulterado ocurridas en 2014 en el país. La cifra se ha cuadruplicado desde 2000 y ya supera a la de víctimas de accidentes de tráfico. Las autoridades sanitarias de Canadá también han lanzado una alerta ante esta epidemia.
El fentanilo es el opiáceo más potente de uso médico y se prescribe habitualmente como anestésico o analgésico en pacientes con dolor severo o crónico, por ejemplo, enfermos de cáncer. Sin embargo, en Norteamérica la sustancia también se fabrica muy barata de forma clandestina: en México ya han sido desmantelados varios laboratorios.
El bloguero admite que, en manos inexpertas, el fármaco es una bomba de relojería. Por ejemplo,recomienda no comprarlo en polvo si uno no tiene un traje de seguridad química: «Una corriente de aire es suficiente para que respires varias dosis mortales». La alternativa son los viales para inyectar y los parches transdérmicos, conocidos como ‘parches de morfina’ aunque no la contengan. Según Drogoteca, pueden comprarse a través de Darknet –la red ‘invisible’– para extraerles el principio activo y fumarlo. Advierte de que el consumidor puede sacarse un ojo o cortarse la yugular si se duerme encima de las tijeras mientras corta el parche, provocar un incendio si cae inconsciente fumando o ahogarse en su propio vómito. Leyéndolo, lo del uso ‘recreativo’ parece una broma macabra.
«Aquí estamos a años luz»
El médico Fernando Caudevilla, experto en drogas, recuerda que el fentanilo «es muy difícil de dosificar y, por tanto, es muy fácil pasarse»: mientras la heroína es activa en miligramos, su ‘pariente’ sintético lo es en microgramos, una cantidad mil veces menor. «Pasarse» implica sufrir una depresión respiratoria y morir. Se trata, además, de una droga superadictiva que crea tolerancia: cuanta más se consume, mayor dosis se necesita para conseguir los mismos efectos. Un parche está diseñado para liberar la sustancia a través de la piel durante varios días, normalmente en personas habituadas a los opiáceos; aspirarla en tres segundos es un suicidio seguro.
¿Y qué ocurre en España con el fentanilo? Pues nada. El delegado del Plan Nacional sobre Drogas (PND), Francisco Babín, asegura que estamos «a años luz de Estados Unidos»: ni las encuestas, ni los sistemas de alerta, ni los decomisos detectan indicios de producción clandestina o de desvíos ilícitos del fármaco.
Tampoco hay motivo de preocupación en entornos más alternativos: Caudevilla es asesor médico de Energy Control, un organismo que analiza drogas enviadas por consumidores: entre las miles estudiadas en los últimos años, solo ha visto una de fentanilo.
Claro que lo que está ocurriendo en América está directamente relacionado con su modelo privado de asistencia sanitaria: como dependen de la satisfacción de sus clientes, muchos médicos les dan lo que piden, y no lo que necesitan. Como resultado, están prescribiendo analgésicos opiáceos «con una mano larguísima», asegura Babín. Los pacientes acaban enganchados y, si el médico deja de recetarles o ya no tienen dinero para pagar la consulta, buscan alternativas en el mercado negro: opiáceos clandestinos o heroína ilegal, a menudo adulterada con otras sustancias que potencian sus efectos, como el fentanilo. Así se han convertido en yonquis decenas de miles de norteamericanos.
En todo caso, Sanidad se mantiene vigilante: vivimos en un mundo global y las modas saltan el charco a la velocidad de un ‘clic’.
CON HISTORIA
Asalto mortal. En octubre de 2002 las tropas rusas usaron un gas basado en el fentanilo durante el asalto a un teatro de Moscú donde unos terroristas chechenos retenían a 800 personas. Un error en la dosificación mató a 117 rehenes.
Médico y yonqui. El anestesista valenciano Juan Maeso fue condenado en 2007 a casi 2.000 años de prisión por contagiar la hepatitis C a 275 personas entre 1988 y 1998. El fentanilo era una de las sustancias que se inyectaba antes de utilizar las mismas agujas para sedar a los pacientes.