Investigadores españoles buscan herramientas capaces de detener el trastorno más común de la visión

Dicen de ella que se trata de la pandemia silenciosa del siglo XXI. Y a tenor de las cifras no parece una exageración: se espera que la miopía afecte a más del 50% de la población mundial en 2050, según advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin embargo, el hecho más preocupante es que este defecto visual está cada vez más presente en los menores. Y España no se queda atrás, ya que «se calcula que en nuestro país hay una prevalencia de la miopía del 20% en los niños de entre cinco y siete años, considerándose que en 2050 podríamos estar ante un 50% de los niños de entre cinco y 16 años miopes», asegura Gonzalo Carracedo, profesor titular e investigador de la Facultad de Óptica y Optometría de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

La miopía aumenta en la edad infantil como parte de la emetropización, «es decir, el proceso por el cual el ojo pasa de ser hipermétrope en el nacimiento a ser emétrope (no tener graduación) en la edad adulta. Cuando este proceso no se para, el ojo se hace miope y sigue creciendo. Las dos principales razones por las que esto ocurre, además de las genéticas, son el exceso de tiempo usando la visión en cerca y la falta de exposición a la luz solar, al pasar menos tiempo al aire libre», explica Carracedo. Y aquí entra en juego, además, «el uso de los dispositivos móviles, que influye de manera crítica en el crecimiento de la miopía, no por su condición electrónica, sino por su uso de cerca», advierte el investigador.

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