La glándula tiroidea, comúnmente conocida como tiroides, se ubica en la cara anterior del cuello debajo del cartílago cricoideas. La glándula está compuesta por dos lóbulos conectados por un istmo cuyas células foliculares producen dos hormonas tiroideas principales: la T4 (tiroxina o también conocida como tetrayodotironina) y T3 (triyodotironina).
La T3 tiene una actividad hormonal más activa respecto a la T4. Sin embargo, la T4 tiene una acción más prolongada y puede convertirse en T3 por lo que puede actuar como reservorio de la T3. Asimismo, también existe una tercera forma de la hormona que es la rT3 (T3 reversa) que, aunque no desempeña una actividad metabólica, está presente en algunas patologías.
Ambas hormonas tiroideas ejercen su acción al combinarse con receptores nucleares en gran número de tejidos corporales y alteran la expresión en los genes. Estas hormonas son necesarias para regular el metabolismo de las proteínas, los hidratos de carbono y los lípidos. Además, resultan imprescindibles para el desarrollo del tejido encefálico y somático en el feto y el recién nacido.
La regulación de las hormonas tiroideas está sujeta al control de la hormona tiroideoestimulante (TSH) que se secreta a partir de las células hipofisarias tirotrópicas. El incremento de las hormonas tiroideas inhibe la síntesis y secreción de la TSH. Por tanto, la TSH resulta ser un buen indicador de las alteraciones de la producción de la T3 y T4.
Adicionalmente, las células parafoliculares (células C) secretan la calcitonina, una hormona para reducir las altas concentraciones séricas de calcio y que, por tanto, se libera como consecuencia de una hipercalcemia.
Existen factores que favorecen en desarrollo de patologías tiroideas. Estos se indican a continuación:
Sexo femenino
Las patologías tiroideas más frecuentes incluyen: hipotiroidismo, hipertiroidismo, tiroiditis postparto y nódulos tiroideos.
En primer lugar, el hipotiroidismo tiene lugar cuando la glándula tiroidea no produce suficiente cantidad de hormonas. La causa más frecuente es la enfermedad de Hashimoto en la que se da una producción de anticuerpos frente a la glándula tiroidea y produciendo inflamación. Esto desencadena una tiroiditis autoinmune crónica que deriva en una disfunción glandular. Los síntomas iniciales son poco específicos, aunque poco a poco se identifican cansancio, estreñimiento y digestión lenta, aumento de peso, cabello débil, ojeras, incremento de los valores de colesterol, menstruaciones irregulares y aumento de peso.
En segundo lugar, en el hipertiroidismo se produce una hiperfuncionalidad. En este caso, la causa más frecuente es la enfermedad de Graves. Se trata de una enfermedad autoinmune que no reconoce las proteínas tiroideas como propias causando síntomas son ansiedad, irritabilidad, pérdida de peso, taquicardia, sudoración, debilidad, temblores e intolerancia al calor. Suele afectar a mujeres de 20 a 40 años y comúnmente la glándula tiroidea aumenta su tamaño (bocio) y el número de hormonas producidas. Además, también puede afectar a los ojos (oftalmopatía de Graves) en la que se produce sequedad ocular, enrojecimiento e inflamar el tejido lo que puede provocar que los ojos estén hacia fuera.
Los nódulos tiroideos son una lesión dentro de la glándula debido a un crecimiento anormal de las células tiroideas produciendo el crecimiento del tejido. Esto puede llegar a oprimir el cuello e incluso producir síntomas propios del hipertiroidismo. Existen diferentes tipos de nódulos según su composición, comportamiento, su capacidad de fabricar hormonas y características ecográficas.
La inflamación de la glándula tiroidea se conoce como tiroiditis. No obstante, existen diferentes tipos en función del origen:
Durante el embarazo, se producen cambios en el metabolismo del yodo al tener un incremento de los requerimientos de la tiroxina respecto a una mujer no embarazada. En condiciones basales, estos requerimientos no suponen una diferencia notable sin embargo se pueden ver acentuados durante la gestación.
Durante la gestación, se recomienda realizar un seguimiento estrecho a la madre. Esto se debe a tenga las mujeres tengan unos valores normales de hormonas tiroideas puede tener anticuerpos positivos, lo que indica que podría producir mayor dificultad para gestar, producir abortos y prematuridad.
El déficit de yodo afecta al desarrollo fetal e infantil. Por ello, se aconseja a la madre consumir cantidades suficientes de yodo, ya que los bebés lo obtienen a partir de la leche materna.
Durante la niñez, una deficiencia de yodo tiene efectos perjudiciales para el desarrollo del cerebro y sistema nervioso.
Principalmente a las mujeres en edad reproductiva, aunque también puede afectar a mujeres durante la menopausia, pueden experimentar mastopatía fibroquística que es la inflamación y dolor de las mamas. Algunos estudios apuntan a que concentraciones elevadas de suplementos de yodo mejoran la sintomatología como es la reducción de dolor.
Respecto al hipotiroidismo, se debe prestar especial atención a las personas de edad avanzada, con problemas cardiovasculares, mujeres embarazadas (previo y durante el embarazo) y antes de una cirugía.
Puede ocasionar los mismos síntomas de la deficiencia de yodo como la inflamación de la glándula tiroidea, el bocio e incluso cáncer de tiroides.
Las crucíferas (el brócoli y las coles) así como ciertos alimentos como el nabo, el rábano y las semillas de mostaza contienen antinutrientes como el glucosinolato, el tiocianato e isotiocinato que dificultan la absorción de yodo. Sin embargo, aplicarles calor a los alimentos y, por tanto, cocinarlos, favorece su absorción. Además, la soja al contener isoflavonas, las personas con hipotiroidismo deben consumirse mínimo 4 horas después de la administración del medicamento.