De los innumerables sonidos que trae el frío, la tos es sin duda uno de ellos. Las infecciones víricas son responsables en la mayoría de los casos de este síntoma que, aunque muchas veces molesto, es en realidad una defensa de nuestro cuerpo. “Es un reflejo fisiológico de mecanismo muy complejo, ya que en menos de un segundo intervienen diferentes estructuras de nuestro cuerpo, con una sincronización casi perfecta”, define Karlos Naberan, médico de familia y miembro del Grupo de Trabajo de Enfermedades Respiratorias de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semfyc).
Pero, ¿cómo funciona exactamente este proceso? El especialista detalla que en el momento en el que un cuerpo extraño (ya sea sólido, líquido o gaseoso) o nuestro cuerpo crea sustancias propias, como una flema o esputo, se pone en marcha el reflejo de la tos. “En la laringe, faringe, esófago y vías aéreas existen unos receptores que se activan por la presión de los mismos o por la excitación química. Estos receptores envían una señal a través del nervio vago al centro de la tos en el tronco encefálico. De ahí, pasa a la corteza cerebral, que da orden a diferentes músculos para que se contraigan”, explica Naberan, quien añade que, al contraerse el diafragma, “el pulmón expulsa rápidamente el aire y arrastra toda sustancia no deseada situada en la vía aérea”.
La vía aérea debe de estar libre de obstáculos para que pueda pasar el máximo caudal de aire. Por ello, la tos es un fenómeno vital y que “existe desde el primer momento en que tomamos la primera bocanada de aire al nacer”, indica el miembro de la Semfyc. A pesar de que la gran mayoría de las veces este fenómeno es un gran aliado para nuestra salud, “a veces llega a ser tan pesado que hay que tratarlo porque puede llegar a dañarnos”, advierte Manuel Niño Camacho, miembro del Grupo de Patología Respiratoria de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).
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