El insomnio y la duración media del sueño inferior a cinco horas se asocian con tasas más altas de infarto

Diferentes investigaciones publicadas en los últimos años han relacionado ya la falta de sueño con el desarrollo de varias afecciones cardiovasculares, entre ellas la hipertensión, la diabetes tipo 2 y las enfermedades cardíacas. Según los datos de un importante metaanálisis presentado en el último congreso de la Asociación Americana de Cardiología y publicado en la revista científica Clinical Cardiology, el insomnio y la duración media del sueño inferior a cinco horas se asocian con tasas considerablemente más altas de infarto de miocardio, en una relación comparable a la que mantienen otros factores de riesgo, como la hipertensión o el colesterol.

La Asociación Americana del Corazón incluyó, de hecho, el pasado verano al sueño en su lista de ocho cuestiones esenciales (antes siete) para cuidar la salud cardiovascular, entre los que ya se encontraban la dieta, la actividad física, la no exposición al tabaco, la presión arterial y los índices saludables de masa corporal, grasas en sangre y azúcar en sangre. El sueño incide positivamente sobre otros factores, como la dieta y el ejercicio físico. Así lo ha demostrado otro estudio reciente presentado a principios de marzo en las Jornadas Científicas 2023 de la Asociación Americana del Corazón. Según el mismo, las personas con mejor calidad de sueño muestran una mayor capacidad para cumplir con sus planes de dieta y ejercicio mientras intentan perder peso.

“Al final es un pez que se muerde la cola”, sostiene la doctora María José Masdeu, neumóloga y responsable de la Unidad del Sueño del Hospital Universitari Parc Taulí (Sabadell, Barcelona), que señala que un sueño de mala calidad acaba empujando a las personas a tener peores hábitos de salud. “Dormir mal incrementa el riesgo de obesidad, ya que disminuye en nuestro organismo la presencia de leptina, que es la hormona que nos hace tener sensación de saciedad, a la vez que aumenta la presencia de grelina, una hormona que incrementa la sensación de hambre y que nos lleva a la nevera a comer, por regla general, cosas ricas en grasas e hidratos de carbono refinados. Es decir, que si duermes poco vas a tender a comer peor y encima no vas a tener muchas ganas de hacer ejercicio físico”, añade.

Noticia completa en El País.

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