FUENTE: El Mundo.
La planificación de los programas de inmunización en África es compleja, y uno de sus mayores problemas -que no el único- es el seguimiento a largo plazo. Así, las campañas de inmunización rutinaria, donde los bebés son vacunados sistemáticamente, son frecuentemente sustituidas por campañas masivas de emergencia que buscan ofrecer una protección rápida a adultos que viven en zonas de riesgo.
El problema, tal y como explica a EL MUNDO Jack Woodall, cofundador de ProMED, el Programa para la Monitorización de Enfermedades Emergentes, es que si no se va reforzando, la inmunización de emergencia caduca después de un tiempo. "Varios estudios han demostrado que, en África, la inmunización tras una campaña masiva puede caer a niveles inferiores a los efectivos pasados entre cinco y 10 años", explica Woodall.
Algo así es lo que ha pasado con la fiebre amarilla, un virus transmitido por el mosquito Aedes aegypti -el mismo que contagia el Zika- que mata cada año a unas 60.000 personas y que, desde diciembre de 2015, ha irrumpido con fuerza en Angola. A fecha del cinco de abril, el virus ha contagiado a 1.645 personas y ha matado a 516 en este país africano. El brote se ha extendido también a Mauritania, Kenya, Congo -donde ya han muerto 21 personas- y China, lo que ha supuesto el primer caso de fiebre amarilla en Asia.
El más serio en los últimos 30 años
Según dijo la semana pasada en su visita al país la directora general de la OMS, Margaret Chan, éste es "el brote más serio de fiebre amarilla al que se ha enfrentado Angola en los últimos 30 años". Y es que este país africano no estaba acostumbrado a un virus que normalmente se circunscribía a África occidental. Allí, las estrategias de vacunación masiva, combinadas con la inmunización rutinaria en los bebés de nueve meses, han reducido las tasas de la enfermedad hasta un 82% en algunos países. El bajo precio y la efectividad de la vacuna, que ofrece una protección de 35 años -hay quien habla de más- han sido, sin duda, las claves de este éxito.
Sin embargo, y a pesar de que alianzas como la Iniciativa por la Fiebre Amarilla -auspiciada por la OMS, GAVI y UNICEF- han supuesto un gran empuje contra el virus, las tasas de inmunización de la población continúan demasiado bajas en algunos lugares. En Nigeria, por ejemplo, donde la enfermedad es endémica, la cobertura en 2014 era de un escaso 49%, a pesar de que los brotes sólo pueden evitarse si se vacuna, como mínimo, al 70% de la población.
Angola no era una excepción. Según relata a este periódico Olimpia de la Rosa, responsable médica de la unidad de emergencias de Médicos Sin Fronteras (MSF), el país que hoy intenta lidiar con esta epidemia, tenía, cuando empezó el brote "una cobertura muy mala, que no llegaba al 50%, ya que no ha habido campañas masivas y la inmunización rutinaria ha sido muy deficiente". Esta situación deja, según esta experta, "a una población muy numerosa en riesgo".
No es tan rentable como otras
Además del problema de estrategia, detrás del brote de Angola subyace otro mucho más complejo: la falta de suministro. En estos momentos, Angola -y el mundo entero- se enfrenta a un desabastecimiento de vacunas contra la fiebre amarilla. Tarik Jasarevic, portavoz de la OMS, lo explica de forma bastante explícita: "el suministro de esta vacuna siempre ha sido un problema, porque es barata -una dosis cuesta entre 0,70 y 1,14 euros- y tiene un mercado limitado".
La enfermedad "sólo se da en África y en Latinoamérica, por lo que para muchos proveedores no es tan rentable como otras vacunas que se usan en todo el mundo", explica Jasarevic a EL MUNDO, que recuerda que el de la fiebre amarilla no es el único caso de escasez: tampoco hay dosis suficientes de vacunas contra la cólera y la meningitis.
El inesperado brote angoleño ha acabado con el stock de vacunas de emergencia. "A finales del pasado año había unos cinco millones de dosis de emergencia, - explica De la Rosa- pero ahora, sólo en Luanda -la capital del país- se ha vacunado a seis millones de personas, con lo cual, las reservas se han acabado". Mientras tanto, el virus ya se ha extendido a seis de las 18 provincias del país. ¿Cómo se soluciona, pues, esta ecuación de falta de vacunas sumadas a una población creciente a la que inmunizar?
"La OMS está en conversaciones con los fabricantes para desviar dosis de las campañas nacionales de inmunización hasta que haya más dosis disponibles en el mercado, ya que el objetivo principal, en estos momentos, es reponer el stock de emergencia", explica Jasarevic, que enfatiza que el actual brote pone de relieve la necesidad de "fortalecer los enfoques preventivos" de vacunación.
En abril, señala Jasarevic, "la OMS tiene previsto vacunar de inmediato a más de tres millones de personas en cinco provincias, lo que costará 4,8 millones de euros, costes operacionales incluidos". Además de desviar y redistribuir vacunas de países no afectados a Angola, hay quien, como Woodall, cree que también funcionaría rebajar la dosis de la vacuna, ya que hay estudios que señalan que sólo una parte de la actual dosis también ofrece protección contra el virus.
Riesgo de expansión
Lo que hace especialmente peligroso a este brote es que, como ya ocurriera con el ébola, el virus ha salido de su hábitat natural, la selva -probablemente a través de monos- y ha llegado a Luanda, una ciudad donde viven más de cinco millones de personas. "El gran factor de riesgo en una epidemia es que se introduzca en un sitio muy poblado, como ha ocurrido aquí. Ahora, el miedo es que en Congo el virus pueda también entrar en ciudades muy pobladas", apunta De la Rosa.
El gran peligro, según apuntan varios expertos, es China. Angola -y también Congo- acoge a muchos trabajadores del gigante asiático que podrían llevar el virus a su país, donde, recordemos, el mosquito que transmite el Zika, el dengue, el chikungunya y la fiebre amarilla, está presente. "Hay tres millones de personas en riesgo de fiebre amarilla en China, donde es habitual el dengue, dos más en India y otras tantas repartidas en el resto de zonas con dengue de Asia", explica a EL MUNDO Woodall, que señala que, si la fiebre amarilla se extendiera a Asia, "se tardaría meses en producir, certificar y distribuir las vacunas necesarias".