FUENTE: El País.
Fabricar un medicamento es un proceso largo y complejo. Desde que una compañía farmacéutica pone en marcha la maquinaria hasta que el producto final llega al paciente pueden pasar meses. Primero se deben sintetizar los ingredientes activos en plantas químicas, que luego son enviados a otras fábricas para ser convertidos en lotes de píldoras, cápsulas o cualquiera que sea su presentación final. A esto hay que añadir el transporte entre plantas y, posteriormente, a los almacenes y puntos de distribución. Este mecanismo funciona bien para producir medicamentos de uso común que tienen un consumo constante, pero resulta lento e ineficiente para responder a picos repentinos en la demanda o para producir fármacos en pequeñas cantidades.
Ahora un grupo de investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) ofrece una alternativa al presentar un sistema de fabricación continua capaz de producir fármacos listos para su uso en tan solo unas horas. Con un tamaño algo mayor que una nevera común, este dispositivo se podría desplegar rápidamente para tratar brotes de enfermedades en zonas remotas o suplir un desabastecimiento puntual.
“Nosotros lo vemos como un sustituto de emergencia a la manufactura farmacéutica”, explica Allan Myerson, profesor en el Departamento de Ingeniería Química en el MIT y uno de los coinventores del aparato, cuyos resultados se han presentado en la revista Science. “El objetivo no es reemplazar a la manufactura tradicional sino contar con una alternativa para situaciones especiales”, añade.
“Este sistema también se podría utilizar para producir pequeñas cantidades de medicamentos necesarios para ensayos clínicos o para tratar enfermedades raras”, comenta Klavs Jensen, profesor de Ingeniería Química en el MIT y otro de los firmantes del artículo.
Esta alternativa a la producción tradicional se basa en un enfoque conocido como “proceso de flujo”, un proceso continuo que se realiza en un único emplazamiento. Para llevarlo a la práctica ha sido necesario idear nuevas reacciones químicas que pueden darse a medida que los reactivos fluyen a través de pequeños tubos, en lugar de en los tanques gigantescos de las plantas químicas.
El dispositivo del MIT se compone de varios módulos. En los dos primeros es donde tienen lugar las reacciones y en ellos es posible alcanzar temperaturas de hasta 250 grados centígrados y presiones de hasta 17 atmósferas. Sustituyendo estos módulos, los investigadores pueden reconfigurar el sistema fácilmente para producir otras sustancias. “En unas pocas horas podemos cambiar de un compuesto a otro”, explica Jensen.
Actualmente los investigadores pueden producir cuatro medicamentos distintos en forma de solución o suspensión, lidocaína, fluoxentina (Prozac), diazepam (Valium) y difehidramina, y son capaces de producir hasta 1.000 dosis de cualquiera de ellos en un plazo de 24 horas.
Este proyecto ha sido financiado por la Agencia para Proyectos Avanzados de Defensa (DARPA por sus siglas en inglés), ligada al departamento de defensa estadounidense y responsable de otros desarrollos tan populares e inquietantes como el guepardo robot o el cyborg ATLAS. Los beneficios que un dispositivo como este puede aportar a una campaña militar son numerosos, al simplificar la logística y poder producir medicamentos en caso de falta de suministros.
Otra ventaja que ofrecería este sistema es la posibilidad de fabricar pequeñas cantidades de medicamentos que serían demasiado caros de producir a gran escala. Esto podría aliviar el problema de los llamados “medicamentos huérfanos”, aquellos destinados a solo unos pocos pacientes. “A veces es muy difícil obtener estos medicamentos porque económicamente no resulta rentable producirlos”, comenta Jensen.
Los investigadores se están centrando ahora en la segunda fase del proyecto que incluye reducir aún más el tamaño de la máquina y producir medicamentos cuya síntesis química es más compleja. También están trabajando en producir tabletas en lugar de obtener los productos en estado líquido.