FUENTE: El Mundo.
Medicamentos como el diazepam, la ranitidina o incluso algunos corticoides se agrupan dentro de los denominados fármacos anticolinérgicos, es decir, un tipo de medicación que actúa sobre el sistema nervioso central y periférico y que está indicada para un amplio abanico de trastornos como la depresión, los temblores, incontinencia urinaria, etc. Por este motivo, son muchas las personas mayores que los toman sin tener en cuenta sus efectos adversos. Ahora un estudio publicado en la revista JAMA Neurology viene a incidir en estos riesgos y advierte de su uso generalizado entre la población anciana.
No es la primera vez que se llama la atención sobre estos fármacos. Sin embargo, investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Indiana, Estados Unidos, han mostrado por primera vez qué pasa en el cerebro de personas ancianas que toman estos medicamentos.
Y lo han hecho realizando pruebas de imagen (PET y resonancias magnéticas) a 451 participantes, de los que 60 habían tomado estos medicamentos. Lo que observaron fue que las personas que habían consumido estos fármacos tenían un metabolismo de la glucosa reducido y un tamaño cerebral menor. Además, según los test neurológicos que les realizaron se comprobó que estas personas tenían peor memoria a corto plazo y su función ejecutora era peor por lo que actividades como la resolución o planificación de problemas.
"Estos resultados nos ofrecen una mejor comprensión de cómo esta clase de fármacos pueden actuar en el cerebro, un mecanismo que podría estar detrás de un mayor riesgo de deterioro cognitivo y demencia", ha explicado en un comunicado Shannon Risacher, profesora de radiología y ciencias de la imagen y principal autora de este trabajo.
Algo con lo que no se muestra totalmente de acuerdo Ángel Berbel, coordinador del Grupo de Estudio de Neuroquímica y Neurofarmacología de la Sociedad Española de Neurología (SEN), al considerar que es todavía muy pronto para afirmar que el consumo de estos fármacos pueda estar detrás del origen de la demencia. "Asumir que estos efectos se dan por un tratamiento que se tomó cuatro o cinco años antes del estudio y que duró un mes, como fue el caso de algunos participantes, me parece que es muy arriesgado. La demencia o el Alzheimer no son enfermedades que se desarrollen en dos o tres años sino que tardan décadas. Han podido influir muchos otros factores en la génesis de estas demencias".
Sin embargo, y al igual que Risacher, sí que considera que estos fármacos deberían de darse con más cautela en personas mayores. "Los médicos deberían considerar alternativas a los anticolinérgicos, si las hay en cada caso, cuando tratan a personas ancianas", afirma Risacher.
El problema, apunta Berbel, es que estos fármacos se utilizan para tratar muchos problemas como el insomnio. "En algunos casos se les puede hacer entender a los pacientes mayores que no necesitan dormir ocho horas y que quizás con ciertas medidas higiénicas como irse a la cama más tarde pueden tratar su problema de sueño", explica.
En cuanto al efecto que estos fármacos generan sobre el rendimiento cognitivo, Ana Molinero, vicepresidenta segunda de la Sociedad Española de Farmacia Familiar y Comunitaria, "este no es el primer estudio que lo evidencia y, a pesar de eso, se siguen prescribiendo incluso a pacientes con demencias, precisamente en los que hay que tener más cuidado y donde hay que buscar un sustituto".