Un corazón sano late entre 60 y 100 veces por minuto. Por encima, es una taquicardia; por debajo, bradicardia. La cuestión es si salirnos de esta horquilla es peligroso para la salud

Un corazón lento no tiene por qué ser un corazón enfermo ni débil, ni tiene por qué esconder ninguna patología. Esa es la idea principal que al doctor Manuel Anguita, de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), le gustaría destacar. Y es que, si bien es cierto que existen ciertos tipos de bradicardias en las que sí es necesario un tratamiento, también lo es que "en la mayoría de los casos, no es así", apostilla el experto.

Las ventajas de un ritmo relajado

En general, se entiende que una persona tiene bradicardia cuando su frecuencia cardiaca está por debajo de 60 latidos por minuto en reposo. Ahora bien, "es importante aclarar que tener bradicardia no es sinónimo de padecer una patología cardiaca. De hecho, en la mayoría de los casos no es nada malo, ni reviste ninguna importancia", remarca el doctor. Por ejemplo, "por la noche, mientras dormimos -continúa-, la frecuencia cardiaca puede bajar incluso a 35 o 40 latidos por minuto, siendo absolutamente normal y sin ninguna trascendencia".

Por otro lado, los deportistas profesionales o personas que practican ejercicio de manera habitual, así como las personas mayores, entre los 70 y 80 años, también suelen registrar un ritmo más lento, sin que ello signifique un problema de salud.

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