La cifra de personas que pasan a engrosar las filas del cáncer no para de aumentar desde hace años. Solo en España, las estimaciones son que en 2023 habrá cerca de 280.000 nuevos casos, y la mitad se concentran en cinco tipos (colorrectal, pulmón, mama, próstata y vejiga); el resto se reparte en 19 localizaciones definidas y bajo el nombre de "otros" se incluyen otros 18.000 afectados por tumores minoritarios, como se califican a los que padece menos del uno por ciento de la población.
El precio de esa exclusividad es alto: las opciones terapéuticas son mucho más escasas que para los tumores más habituales, debido, sobre todo, a que hay menos investigación sobre su origen, causas, tratamientos, etc. La mejor estrategia para dar la vuelta a esta realidad es visibilizarlos, darlos a conocer. Entre esos cánceres raros están los sarcomas, de los que hoy es su Día Internacional, un nombre que incluye a 150 variedades que se engloban en dos grandes categorías: sarcomas de partes blandas (grasa, músculos, tejido que conecta distintas partes del cuerpo) y sarcomas óseos, que afectan sobre todo a niños y adolescentes.
Todos son raros, con un pronóstico variable -los de la grasa (liposarcomas) generalmente se curan con cirugía-, pero se ajustan al principio universal de que cuanto más pequeños se detecten, más posibilidades hay de superarlos. Sin embargo, la realidad es más compleja, y en muchas ocasiones el tumor no se manifiesta, creciendo a escondidas hasta que su enorme volumen delata su presencia.
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