La vejiga hiperactiva (VH) es un desorden del tracto urinario que puede tener un impacto significativo en la calidad de vida de los pacientes. Entre los diferentes mecanismos que se han propuesto para explicar su aparición, incluyen cambios en la musculatura de la vejiga y desequilibrios en la neurotransmisión. Su etiología no está esclarecida. No obstante, se observa una asociación con factores como el envejecimiento, las infecciones del tracto urinario y las lesiones neurológicas.

La musculatura de la vejiga está controlada por un complejo sistema de neurotransmisión en el que intervienen receptores y sustancias químicas. Asimismo, los mecanismos subyacentes de la VH implican una alteración en la función del músculo detrusor y la actividad de los nervios que regulan la micción.

Hasta el momento se ha sugerido que en la vejiga hay una mayor sensibilidad de los receptores muscarínicos, así como cambios en los canales iónicos y la expresión de neurotransmisores. Además, como factor contribuyente, se ha propuesto una disfunción del sistema nervioso.

La acetilcolina es uno de los neurotransmisores clave en la contracción del músculo detrusor, y los receptores muscarínicos juegan un papel fundamental que regulan la función vesical. En el caso de la VH, se produce una mayor expresión y sensibilidad de estos receptores, lo que conduce a una contracción involuntaria y una mayor frecuencia urinaria.

Además de los cambios en los receptores muscarínicos, se ha investigado la implicación de otros neurotransmisores y canales iónicos y se ha demostrado que la liberación de sustancias como la adenosina tri-fosfato (ATP) y la sustancia P puede desencadenar contracciones del músculo detrusor. Adicionalmente, se ha observado una disminución en la expresión de canales de potasio, lo que puede contribuir a una mayor excitabilidad del músculo detrusor.

Diagnóstico

El diagnóstico se basa en la evaluación de los síntomas y la exclusión de otras causas subyacentes. Los métodos utilizados incluyen la historia clínica detallada, el examen físico, cuestionarios de síntomas y pruebas urodinámicas. Estas pruebas permiten evaluar la capacidad vesical, la función del esfínter y la respuesta del músculo detrusor al llenado y vaciado de la vejiga.

En primer lugar, durante la evaluación inicial, es importante obtener una historia clínica completa, incluyendo los antecedentes médicos y quirúrgicos del paciente, así como cualquier medicación actual. También se debe indagar acerca de los síntomas urinarios, como la frecuencia y la urgencia urinaria, la incontinencia y los factores desencadenantes. El examen físico puede incluir la palpación del abdomen, la evaluación del suelo pélvico y la valoración neurológica básica.

Los cuestionarios de síntomas, como el International Consultation on Incontinence Questionnaire-Overactive Bladder (ICIQ-OAB), pueden ser útiles para cuantificar la gravedad de los síntomas y evaluar la calidad de vida del paciente. Además, las pruebas urodinámicas, como la cistometría y la presión de flujo, permiten evaluar la función vesical y la respuesta del músculo detrusor al llenado y vaciado de la vejiga. Estas pruebas pueden proporcionar información objetiva y ayudar a descartar otras causas de los síntomas urinarios.

 

Tratamiento

El tratamiento es multidisciplinar y requiere diversas estrategias terapéuticas. Las opciones no farmacológicas incluyen cambios en el estilo de vida, terapia conductual y ejercicios del suelo pélvico. Estas medidas pueden incluir la modificación de la ingesta de líquidos, la programación de las micciones, el entrenamiento de la vejiga y la fortaleza del suelo pélvico.

Por otro lado, el tratamiento farmacológico es adicional al no farmacológico. Los medicamentos anticolinérgicos, como la oxibutinina, la tolterodina y la solifenacina, son los fármacos de primera línea en el tratamiento de la VH. Estos fármacos actúan inhibiendo la contracción del músculo detrusor y reduciendo la urgencia y frecuencia urinaria.

Sin embargo, es importante tener en cuenta que los anticolinérgicos pueden tener reacciones adversas, como sequedad de boca, visión borrosa y estreñimiento. Por lo tanto, es fundamental individualizar el tratamiento y considerar los posibles efectos adversos en cada paciente.

En casos refractarios o en aquellos en los que los efectos secundarios de los anticolinérgicos son problemáticos, se pueden considerar otras opciones farmacológicas, como los agonistas beta-3 adrenérgicos (por ejemplo, el mirabegrón) o los inhibidores de la fosfodiesterasa-5 (por ejemplo, el tadalafilo). Estos medicamentos actúan de manera diferente a los anticolinérgicos y pueden ser una alternativa para algunos pacientes.

En casos graves y resistentes al tratamiento farmacológico, se puede considerar la neuromodulación sacra o la toxina botulínica tipo A como opciones terapéuticas. Estos procedimientos invasivos requieren una evaluación cuidadosa y deben ser realizados por profesionales especializados.

En resumen, la VH es un trastorno común del tracto urinario que puede tener un impacto significativo en la calidad de vida de los pacientes. Se requiere una evaluación exhaustiva para su diagnóstico, que incluya la historia clínica, el examen físico y las pruebas urodinámicas. Existen diferentes opciones de tratamiento, desde cambios en el estilo de vida hasta farmacoterapia y procedimientos invasivos. Es fundamental personalizar el enfoque terapéutico para cada paciente, teniendo en cuenta sus síntomas, preferencias y posibles efectos secundarios. El manejo multidisciplinario, con la colaboración entre médicos, enfermeras y especialistas en el suelo pélvico, puede ser beneficioso para obtener los mejores resultados en el tratamiento de la vejiga hiperactiva.

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