Para diagnosticar a un paciente con trastorno por consumo de alcohol (AUD por sus siglas en inglés), el médico habitualmente le pregunta sobre sus hábitos con la bebida, le realiza un examen físico, le pide análisis de laboratorio y puede derivarlo a una entrevista psicológica. En España fueron diagnosticadas 20.000 personas con esta dolencia en 2020, según un informe del Ministerio de Sanidad realizado el pasado año. Muchas veces, los pacientes se encuentran con un sistema colapsado que no tiene los recursos necesarios para hacerles un seguimiento neuropsicológico exhaustivo, expone Laura Orío, investigadora principal en la Fundación I+12 del Hospital 12 de Octubre de Madrid. La científica lidera un proyecto que ha descubierto un biomarcador que, con un análisis de sangre, puede detectar el deterioro cognitivo en quienes sufren este trastorno.
El equipo ha observado que los pacientes con menor nivel cognitivo mostraban mayores niveles de reelina. Esta proteína se encuentra en el cerebro, ayuda a su formación en etapas tempranas, a su correcto funcionamiento y lo protege cuando sufre daños. “Nos sorprendió muchísimo. En la comunidad científica se entiende como una proteína buena”, detalla Orío. Los científicos también encontraron que las personas con la reelina más elevada mostraban otra proteína, llamada apolipoproteína E-4 (APOE-4), producida por una mutación genética y presente en un porcentaje muy pequeño de la población. La APOE-4 favorece los efectos tóxicos del alcohol en sus portadores, señala Berta Escudero, la otra autora principal del trabajo, psicóloga y también investigadora de la Fundación I+12.
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