Ni galletas, ni vino, ni cerveza, ni legumbres de bote, ni yogur, ni salchichas, ni langostinos, ni verduras en conserva… Ninguno de estos productos tan dispares están incluidos en la dieta de un alérgico a los sulfitos. Puede que nunca hayas oído hablar de estas sustancias derivadas del azufre, pero decenas de alimentos y bebidas que puedes encontrar en el mercado lo contienen. Y si alguno de los productos mencionados –a los que hay que sumar una larga lista– acaban en la boca de un intolerante, se puede enfrentar a problemas en la piel, digestivos y respiratorios.
Los sulfitos son empleados ampliamente por la industria en incontables productos para mantener el color de los alimentos, prolongar su conservación y/o evitar el crecimiento de bacterias. Si quieres comprobar su presencia en tu cesta de la compra, simplemente busca en la lista de ingredientes los números del E220 al E228. Para la población general no implican ningún riesgo, pero en personas que sufren esta intolerancia tan desconocida ponen en riesgo su salud, condicionan su vida, truncan sus relaciones sociales –tan comunes en España– en torno a una mesa y, por supuesto, afectan en algo tan sencillo como ir a hacer la compra, teniendo que poner especial atención a cualquier ítem.
Lidia Torres Sánchez cuenta a El Confidencial que le localizaron esta intolerancia cuando tenía unos 9 años. Su relación con estos conservantes es más concreta y menos grave, ya que solo sufre rechazo cuando el sulfito ha entrado en contacto con un ácido, como puede ser el limón o el vinagre. La médico también padece alergia a la proteína de la leche y a los betalactámicos, una suma de tres condiciones que la obliga a ir siempre con cuatro jeringuillas de adrenalina en el bolso por miedo a sufrir un broncoespasmo severo que podría costarle la vida. “Se me cerrarían los bronquios porque tengo un componente previo asmático, entonces dejaría de respirar. Para que eso no pase, tienes que administrarte adrenalina intramuscular que solemos llevar precargada la mayoría de alérgicos y acudir a un hospital en el menor tiempo posible. Te tienes que pinchar una cada cinco minutos, yo llevo cuatro en el bolso por si acaso, para llegar a un hospital en 20 minutos”, relata. Hasta ahora la intolerancia a los sulfitos no la ha llevado al hospital, pero sí le ha provocado náuseas, vómitos y problemas para respirar.
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