El término chemsex se popularizó hace años como acrónimo perfecto (de las palabras inglesas chemical y sex) para describir un tipo de fiestas en las que se practica sexo de forma prolongada y en las que se recurre al uso de sustancias químicas. La idea es que utilizar ciertas drogas aumentaría el placer y la duración de estos encuentros, generalmente, entre hombres homosexuales. Desde el principio, muchos expertos llamaron la atención sobre los riesgos que entrañaban estas sesiones para la salud física, precisamente, por el uso de estupefacientes y la posible propagación de enfermedades de transmisión sexual. Sin embargo, más recientemente está aumentando la preocupación por las consecuencias para la salud mental.
Los servicios de psiquiatría ya no son ajenos a este fenómeno. Un caso publicado en una revista médica en 2022 por especialistas del Hospital de Mataró (Barcelona) sirve de muestra y ofrece el perfil de algunos de los rasgos habituales. Un varón de 44 años ingresó en la unidad de agudos tras un intento de suicidio. Era la segunda vez. Todas las semanas participaba en sesiones de chemsex en las que tomaba mefedrona, una de las sustancias más habituales en estos encuentros, lo que le provocaba episodios de psicosis. La depresión que padecía y un trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) que no había sido diagnosticado hasta ese momento ofrecen el resto del contexto que los psiquiatras pudieron utilizar para ajustar los tratamientos y hacer que remitiesen los síntomas.
En España, los programas de atención a personas con problemas derivados del chemsex se remontan a 2015. Según los Centros de Atención Integral a Drogodependientes (CAID) de la Comunidad de Madrid, desde esa fecha hasta la actualidad, el número de consultas relacionadas con las adicciones en ese contexto se ha elevado en un 600%. De hecho, se detectó un incremento durante la pandemia. No obstante, a pesar de que se trata de "un incremento sustancial", explica a El Confidencial Helen Dolengevich, psiquiatra del Hospital del Henares, en la localidad madrileña de Coslada, "para llegar a sufrir problemas psiquiátricos, tienes que llevar a cabo una práctica intensa y tener una cierta vulnerabilidad".
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