Entre 36.5 ºC y 37 ºC. Es la temperatura corporal óptima. Si sube o baja más de lo habitual, el organismo cuenta con distintos mecanismos para regularla y mantener el calor del cuerpo. El frío es uno de los factores que pone en jaque esos 36.5, 37ºC. Palidez, el rechinar de dientes, las manos heladas… son algunos de los síntomas a través de los que hace acto de presencia.
“El frío no sólo hace que la temperatura corporal baje, sino que puede llevar a la congelación de las extremidades. Las manos y los pies son lo primero que se congelan porque el cuerpo reduce el flujo de sangre, que está caliente, de los puntos más distantes de los órganos vitales, desprotegiendo las partes más próximas a la piel”, explica Idoya Sanluis Fernández, médico de familia y jefa de Servicio de Urgencias en Vithas Vigo.
Por su parte, Laura Polo Galán, médico de familia en el centro de salud Arturo Eyries y miembro de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), destaca que exponerse al frío de forma prolongada produce hipotermia, “que condiciona un descenso de la temperatura corporal por debajo de los 35ºC”. Según la experta, una vez que se baja de estos grados, además de los escalofríos y la palidez cutánea, “se producen otros efectos fisiológicos en el cuerpo humano, como la disminución de la frecuencia cardíaca y de la presión arterial o la reducción de la frecuencia respiratoria”. Otra señal, indica, es el aumento del número de ocasiones a la que se acude al baño a hacer pipí debido a que el riñón es menos sensible a la hormona ADH, encargada de regular la cantidad de agua que se orina.
Noticia completa en Cuídate Plus.