Hay cifras que dadas sin contexto carecen de significado. Por ejemplo, si la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que la ingesta media mundial de sodio es de 4.310 mg/día, ahí se queda, en una afirmación. Sin embargo, si la misma institución advierte que esos 4.310 mg suponen más del doble de lo recomendado (menos de 2.000 mg diarios), el dato pasa a preocupar.
Los efectos de un elevado consumo de sal sobre la salud han sido de sobra demostrados por la ciencia: aumenta la tensión arterial, así como el riesgo de sufrir cáncer gástrico, obesidad, osteoporosis, síndrome de Ménière y enfermedades renales o cardiovasculares. Asimismo, se ha asociado su ingesta con el desarrollo de diabetes tipo 2.
A pesar de que el organismo necesita de sodio (nutriente esencial necesario para el funcionamiento normal de las células, entre otras tareas), la lista de por qué no hay que sobrepasarse con él es variada.
Uno de los beneficios de reducir en nuestra dieta la sal es una menor hinchazón. Un ensayo aleatorio publicado en The American Journal of Gastroenterology concluyó que un mayor contenido de sodio favorecía este problema gastrointestinal, al igual que la dieta DASH rica en fibra. Los autores del estudio afirmaron que se necesitan más investigaciones para explorar los mecanismos mediante los cuales la ingesta de sodio puede influir en la hinchazón.
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