Los Servicios Profesionales Farmacéuticos Asistenciales (SPFA) representan una herramienta fundamental para mejorar la experiencia del paciente crónico dentro del ámbito sanitario. En una sociedad cada vez más enfocada en el bienestar y la salud, el farmacéutico, como profesional integrante del Sistema Nacional de Salud (SNS), tiene el compromiso de elevar la calidad de vida de los pacientes crónicos. A través de una serie de acciones coordinadas y especializadas, los SPFA se convierten en un pilar fundamental para enriquecer el recorrido del paciente a lo largo de su enfermedad.
La primera fase es la detección y en ella el farmacéutico desempeña un papel crucial al identificar posibles anomalías mediante el cribado, la participación en campañas sanitarias y la medición de parámetros clínicos. Esta detección temprana no solo mejora el acceso a los servicios médicos, sino que también acelera el proceso de diagnóstico de patologías crónicas, lo que puede llevar a un tratamiento más efectivo y oportuno.
La fase de diagnóstico se ve fortalecida por la colaboración entre el farmacéutico y el médico, lo que permite una evaluación más completa y precisa de la condición del paciente. Esta colaboración continua en campañas sanitarias y en el seguimiento de parámetros clínicos, lo que no solo respalda el diagnóstico médico, sino que también contribuye a una mayor rapidez en el proceso diagnóstico.
Durante la fase del tratamiento farmacológico, el farmacéutico asume la responsabilidad del servicio de dispensación, asegurando el acceso oportuno a los medicamentos necesarios para el paciente. Además, proporciona información detallada sobre la indicación y la forma de administración de los medicamentos, promoviendo así un uso racional de los mismos y evitando posibles problemas asociados.
Además de la información sobre el tratamiento farmacológico, se brinda educación sanitaria sobre la importancia de la adherencia terapéutica, así como asesoramiento nutricional y apoyo para dejar de fumar. Estas acciones complementarias tienen como objetivo reducir las complicaciones y mejorar la calidad de vida del paciente crónico, promoviendo un enfoque integral de la atención sanitaria.
El seguimiento continuo del paciente, que incluye la evaluación de la adherencia terapéutica y la conciliación con la medicación, permite prevenir el deterioro de la salud, reducir las consultas médicas y evitar posibles recaídas. Este seguimiento también implica ajustes terapéuticos según sea necesario, lo que contribuye a una mejor comprensión de la enfermedad por parte del paciente y una mayor eficacia del tratamiento.
Finalmente, el apoyo y el asesoramiento continuo sobre los medicamentos contribuyen a generar una percepción positiva tanto de los profesionales sanitarios como del sistema de salud en su conjunto, fortaleciendo así la confianza del paciente en su tratamiento y en el equipo médico que lo acompaña a lo largo de su enfermedad crónica.