La cantante Taylor Swift mueve masas. La admiración que se genera hacia figuras públicas es un fenómeno complejo que resulta de una interacción de factores psicológicos, sociales y culturales

El artista (Taylor Swift) entra en escena, ya sea la calle, la alfombra roja o el escenario (Estadio Santiago Bernabéu). Y con su aparición estelar, rugen los jóvenes (y no tan jóvenes), se disparan los flashes y se levantan las pancartas. Nada más y nada menos que el fenómeno fan, del que Madrid será testigo especialmente estos días debido a los conciertos que la cantante estadounidense da en la ciudad.

“El término ‘fan’ es común en nuestra cultura moderna, utilizado para describir a personas apasionadas por un individuo, equipo, marca o fenómeno cultural. Es una abreviatura de ‘fanático’, que proviene del latín ‘fanaticus’, que significa ‘inspirado por una divinidad’”, explica Oliver Serrano León, director del Máster Universitario en Psicología General Sanitaria de la Universidad Europea de Canarias. A pesar de que puede parecer una palabreja de lo más moderna, lo cierto es que “comenzó a utilizarse en inglés en el siglo XIX, inicialmente para describir a los seguidores fervientes de equipos deportivos, especialmente en el béisbol”, detalla. El uso del término ha acabado extendiéndose a otras áreas de la cultura popular, como la música, el cine o la literatura.

Diana Sánchez, psicoterapeuta, coincide en que el fenómeno fan no es reciente: “Ha ocurrido desde que existen los mitos y los dioses. Jesucristo sería un ejemplo”. La experta indica que el llamado fandom se ha abordado sobre todo desde el punto de vista sociológico y, dentro de esta especialidad, hay un nombre que destaca: John B. Thompson. Él considera que este fenómeno debe entenderse como un hecho social normal surgido en el contexto de la vida cotidiana de muchas personas, que viven alrededor de un artista de manera apasionada y a veces un poco obsesiva.

Sánchez resalta que el hecho de ser fan con alguien es, al fin y al cabo, como tener “una especie de relación de familiaridad no recíproca” que, con la irrupción de las redes sociales, se ha visto potenciada. Y pone un ejemplo claro: la mítica serie Friends. “Era como si todo el mundo conociese íntimamente a los personajes y formara parte de ese show televisivo”, señala la psicóloga.

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