La oscuridad permite que la melatonina se active. Esta hormona es indispensable para que tengamos un sueño reparador, algo que no se consigue con facilidad en verano con las ventanas abiertas

Dormir de noche y vivir de día. Contar con horarios fijos de trabajo, comida y sueño va más allá de un tema organizativo, ya que nos permite encontrar el equilibrio. Dormir las horas suficientes y gozar de un sueño profundo, además de ser saludable, pasa por hacerlo a oscuras y sin luz. Esto puede ser un reto, sobre todo en verano.

La luz, más allá de alumbrarnos, hace que el cerebro reciba la señal externa de que hay que ponerse en marcha. “La luz inhibe la secreción de melatonina, que es la hormona de la oscuridad y del sueño”, afirma María José Martínez, coordinadora del Grupo de Cronobiología de la Sociedad Española del Sueño (SES).

La luz no sólo nos ayuda a despertarnos sino que el hecho de llevar una vida activa y de recibir luz diurna natural nos ayuda a producir más melatonina por la noche. Pero para que eso ocurra, cuando anochece necesitamos estar a oscuras.

Por eso Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), explica que oscuridad y sueño están íntimamente relacionados. “El ritmo circadiano y el anochecer con la reducción de la luz hacen que aumente la secreción de melatonina. Esta hormona aumenta poco a poco después del anochecer, llegando a su pico máximo entre 2 y 4 horas después y disminuyendo durante la segunda mitad de la noche”.

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