¿Quién no se ha sonrojado alguna vez? ¿Por qué a algunas personas les sucede con frecuencia y a otras en contadas ocasiones? Un nuevo estudio sugiere que un desencadenante clave de sonrojo se relaciona con un sentido elevado de autoconciencia. Hablamos con una experta para conocer qué se esconde detrás del sonrojo, qué factores influyen en que aparezca y si puede controlarse de alguna manera.
Ante una emoción intensa nuestro sistema nervioso simpático se activa de forma involuntaria. Este sistema es el responsable de la respuesta de “lucha o huida” del cuerpo ante el peligro, según explica Marisa Valiente, médica de familia y coordinadora del grupo de trabajo de la Salud Basada en las Emociones de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SemFYC).
El sistema nervioso libera adrenalina, una hormona que aumenta la frecuencia cardíaca, la respiración y el flujo sanguíneo. La adrenalina provoca la dilatación de los vasos sanguíneos incluyendo los de la cara, por lo que fluye más sangre a través de estas áreas, lo que les da un aspecto enrojecido.
Por qué se nota el efecto en la cara
La cara tiene una alta concentración de capilares, pequeños vasos sanguíneos que están cerca de la superficie de la piel. "Esto hace que la cara sea más propensa a mostrar los cambios en el flujo sanguíneo que otras partes del cuerpo", señala la doctora Valiente.
El rubor o sonrojo se asocia comúnmente con la vergüenza, pero también puede ocurrir con otras emociones como la timidez (nos sonrojamos porque nos sentimos cohibidos) la ira (por efecto de la vasodilatación y el aumento de frecuencia cardíaca) o la alegría. "Es decir, el sonrojo es una forma en que nuestro cuerpo comunica nuestras emociones", concluye esta especialista.
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