Las personas vigoréxicas se obsesionan con tener un cuerpo musculoso. Eso las lleva a incurrir en conductas poco saludables en torno al entrenamiento y la alimentación

Hacer ejercicio de manera regular es un hábito saludable para la mayoría de las personas. Sin embargo, cuando se practica en exceso, puede responder a un trastorno con consecuencias negativas para la salud física y mental. Se lo conoce como vigorexia o dismorfia muscular, y tiene que ver con una percepción distorsionada del propio cuerpo que lleva a una obsesión por «mejorarlo».

Quienes lo padecen se creen más débiles o menos musculosos de lo que son en realidad. Para revertir esta idea, recurren a prácticas compulsivas, como pasar demasiadas horas en el gimnasio, modificar drásticamente su dieta o ingerir esteroides. Identificar ciertas señales es útil para reconocerlo y prevenirlo.

Características de una persona con vigorexia

En este trastorno mental, la persona percibe su cuerpo como enclenque y con poca masa muscular, independientemente del estado físico real. Se lo clasifica dentro del grupo de los trastornos dismórficos corporales (TDC), donde pequeños o inexistentes defectos generan preocupación obsesiva.

Algunos especialistas sugieren que podría compartir características con los trastornos alimentarios, debido a la importancia que se le da a la dieta para modificar la figura. Y, si bien hay una relación con comportamientos como la ortorexia (obsesión por la comida saludable), la clasificación más común es dentro de los TDC.

De manera coloquial, la vigorexia también es llamada complejo de Adonis, en referencia al mito griego de un hombre sumamente bello, que fue amante de Afrodita. Puede ocurrirle a cualquier persona, tanto a las que no poseen un físico con musculatura desarrollada, como a las que sí.

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