La migraña comienza en la infancia, a veces muy pronto, aunque no suele diagnosticarse hasta que los niños saben expresar cómo es su dolor de cabeza, en torno a los cinco años. En esa franja de edad es muy común que la cefalea infantil se cuente a través de dibujos que pueden orientar a padres y pediatras.
En los más pequeños, incluso en adolescentes, la migraña es una enfermedad prácticamente invisible y difícil de diagnosticar, a pesar de ser la primera causa de discapacidad neurológica entre los 5 y los 19 años. Sus repercusiones son tan indeseables como las que causa el cáncer o la artritis reumatoide en los más jóvenes: absentismo escolar y menor rendimiento en los estudios, interferencias en la vida social y disminución de la calidad de vida.
Del 0,8 al 1,8% de los adolescentes tienen migraña crónica, es decir, dolores de cabeza recurrentes de diferente intensidad que pueden durar entre 4 y 72 horas. Lo distintivo es que suelen acompañarse de náuseas, vómitos, aversión a la luz, al ruido y a los olores, además de empeorar con el esfuerzo físico. Pero, ¿se puede prevenir esa cronicidad con tratamientos más precoces si hay un buen diagnóstico en la infancia?
Eso cree Pablo Irimia, coordinador del Grupo de Cefaleas de la Sociedad Española de Neurología (SEN), que durante el II Seminario Lundbeck celebrado en Alicante sobre La migraña en cada capítulo de la vida, ha advertido de la escasa aplicación de tratamientos sintomáticos y preventivos durante los primeros años de vida. “Tanto la mayoría de los pediatras como los propios padres a veces cuestionan si al menor le duele de verdad la cabeza o no quiere ir al colegio”, comenta el neurólogo, recalcando la incomprensión por la que pasan niños con un ataque agudo de migraña que en menos de dos horas vuelven a jugar como si no hubiera pasado nada. Pero no siempre es así de sencillo porque muchos pacientes infantiles pueden tener ataques recurrentes.
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