Para gustos, colores. Pero cuando los gustos se sustituyen por necesidades, la variedad cromática se limita bastante. Una cosa es lo que gustaría hacer y otra, lo que se necesita. Dormir en pareja podría tratarse de un buen ejemplo. La estampa resulta idílica, muy romántica. Efectivamente, en muchos casos puede serlo, pero en muchos otros lo que el cuerpo necesita es estar solo. Acompañado o no, Anjana López, miembro del Grupo de Trabajo de Insomnio de la Sociedad Española del Sueño (SES), zanja el dilema rápido: ‘‘No hay ninguna evidencia científica de qué es mejor. Ambas cosas tienen sus ventajas e inconvenientes’’.
Sobre dormir en pareja, señala que el hecho de descansar abrazados provoca la liberación de oxitocina, la hormona de la felicidad. Según la experta, ‘‘esto nos aporta una sensación de seguridad, de estar más tranquilos y aumenta la intimidad en la pareja’’. Todo ello, continúa, puede servir de ayuda para aquellos que estén pasando por un mal momento, que se encuentren con ansiedad o estrés o que, simplemente, no les guste dormir solos’’.
Respecto a los inconvenientes, López apunta que el principal es depender del sueño de la pareja. En este sentido, hace referencia a horarios diferentes: ‘‘Si nuestra pareja se va a dormir dos horas más de lo que lo hemos hecho nosotros, va a provocar un despertar, interrumpiendo la fase del sueño en la que nos encontremos’’. La continuidad es un elemento fundamental para una buena calidad del sueño. Todos sus periodos deben ser estables, evitando la fragmentación para que sea reparador. Si alguna de sus fases falla, no se descansa adecuadamente.
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