Reducir el hambre emocional implica identificar y gestionar las emociones, sin recurrir a la comida como forma de alivio. Comprender que no surge de una necesidad física, sino como respuesta al estrés, la ansiedad o la frustración, es el punto de partida para afrontarla de manera efectiva y saludable.
Tras reconocer la emoción que desencadena este impulso, lo siguiente es ocupar la mente en actividades que te brinden bienestar. Desde leer, hacer ejercicio físico o meditar hasta aprender técnicas de alimentación consciente, existen diversas estrategias a las que puedes recurrir para romper este ciclo y evitar que afecte tu salud física y mental. A continuación, las repasamos en detalle.
1. Reconoce los síntomas
Ser consciente de que tienes hambre emocional es la primera medida para lograr gestionarlo de la forma adecuada. Por eso, es primordial aprender a diferenciarla del hambre física. Esta última suele presentarse de forma gradual y con sensación de vacío en el estómago; en cambio, cuando es de tipo emocional, surge de manera repentina, casi siempre durante o después de situaciones de estrés, ansiedad o aburrimiento.
Los antojos son específicos, pues implica la elección de alimentos reconfortantes, altos en azúcar y grasa, como snacks salados, pizza, dulces, bollería industrial y otros ultraprocesados. Estos generan una sensación de alivio temporal, pero lejos de resolver el malestar emocional, producen sentimientos de culpa y malestar.
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