La obesidad infantil es una enfermedad compleja y multifactorial que afecta a la población tanto en países desarrollados como aquellos en vías de desarrollo. La OMS define el sobrepeso y la obesidad como una acumulación anormal o excesiva de grasa que resulta peligrosa para la salud, que actualmente es uno de los grandes problemas de Salud Pública.
Según los resultados del estudio ALADINO, siendo este un estudio descriptivo trasversal de medidas antropométricas de niños de 6 a 9 años residentes en España, se observa una prevalencia más baja de exceso de peso (sobrepeso y obesidad) al utilizar las tablas de referencia para la población española. Sin embargo, debido a que cada uno de ellos emplea puntos de corte diferentes, cuando se utilizan los estándares de crecimiento de la Organización Mundial de la Salud (OMS), estos valores de prevalencia son superiores.
Respecto a los estándares de crecimiento de la OMS, la prevalencia para el sobrepeso, la obesidad y la obesidad severa son 23,3%, 17,2% y 4,2%, respectivamente. Observándose un mayor porcentaje en niñas con sobrepeso con un 24,7% respecto al 21,9% en niños. Por otro lado, para la obesidad y la obesidad severa, estos valores son superiores en niños con un 19,4% y un 6,0% frente al 15,0% y al 2,4% en niñas.
Actualmente existe controversia por esta enfermedad ya que no se ha definido con exactitud una causa única responsable de esta, aunque se cree que la vida perinatal influencia su aparición. La vida perinatal engloba un conjunto de factores genéticos, biológicos y ambientales que favorece la aparición de la obesidad y, además, fomenta que permanezca durante la edad adulta.
En primer lugar, los factores ambientales como que uno o ambos progenitores es obeso se ha comprobado que favorece que la descendencia presente también obesidad, bien por transmitir una base heredada o bien porque genera un “ambiente obesogénico”. El ambiente obesogénico está relacionado con malos hábitos de alimentación y una mínima práctica de ejercicio físico que genera un incremento de los costes sanitarios para la población.
En segundo lugar, se ha observado relación positiva entre obesidad infantil y la presencia de complicaciones obstétricas como el nacimiento por cesárea, que la cesárea haya sido por emergencia, una edad materna en el parto inferior a 30 años y estatus socioeconómico medio-bajo. En función del test de Sobel, se determina que el estatus socioeconómico afecta a la edad materna en el parto y que, el estatus influye en la variable de la edad, resultando en el predictor más fuerte. Respecto a las complicaciones obstétricas, existe una relación moderada con la posterior obesidad durante la niñez.
Asimismo, los factores genéticos suponen una pequeña proporción de los casos de sobrepeso y obesidad. Por el momento se está estudiando la genética de la obesidad que indica que está relacionada con alteraciones cromosómicas o condiciones monogénicas y ciertos mecanismos como la regulación del apetito y gasto energético.
A pesar de las conclusiones que se han obtenido hasta la fecha, la obesidad infantil supone un campo de estudio de gran relevancia y merece valorar el riesgo que se le atribuye a la salud perinatal y la prevención de eventos traumáticos en el parto para el desarrollo de los niños.