En algún momento de la vida, todas las personas podemos tener alguna pesadilla: que nos ataque un animal, estar en una catástrofe, que se nos caigan los dientes de golpe. Cuando se trata de una situación frecuente, que se repite varias veces en la semana y altera nuestra cotidianidad, hablamos de un trastorno de pesadillas.
Es de lo más común encontrarnos con estos sueños que recordamos con malestar cuando despertamos. Hasta allí, nada para preocuparse si es alguna vez cada tanto. Sin embargo, su repetición merece nuestra atención.
¿Qué es el trastorno de pesadillas?
No toda pesadilla es un trastorno, pero un trastorno sí se convierte en una pesadilla. Parece un juego de palabras, sin embargo, es importante entender la diferencia.
Las pesadillas se viven como sueños que desencadenan emociones desagradables (miedo, ansiedad, tristeza, angustia). Parecen muy reales y vívidos; por eso, al despertarnos tenemos recuerdos claros del malestar y podemos experimentar dificultades para volver a conciliar el sueño.
¿Por qué hablamos de un trastorno de pesadilla? Porque su presencia es continua y afecta el funcionamiento y el bienestar cotidianos. Es decir, no se trata de algo acotado a un momento puntual, sino que se prolonga en el tiempo.
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