FUENTE: La Vanguardia
Recorrer los poblados desperdigados por la provincia de Zinder, en Níger, no es tarea sencilla para nadie, tampoco para los trabajadores que pasan por las casas para verificar el estado de salud de los más pequeños. Cuesta mucho tiempo y mucho dinero, aunque la prueba en sí para determinar si un niño padece o no desnutrición se realiza en pocos segundos: colocar una cinta métrica alrededor del brazo.
Hasta hace tres años, en el distrito de Mirriah intentaban pasar una vez al mes. A menudo se encontraban con casos ya muy avanzados, de difícil y costoso tratamiento, con pocas posibilidades de salir adelante. Frustrados, a los médicos de Alima ( Alliance of International Medican Action) y su socio local Befen ( Bienêtre femme enfant) se les ocurrió una idea tan simple como eficaz para llegar a más niños y actuar antes: dar una cinta métrica a las madres para que sean ellas mismas quienes la usen y determinen el estado de salud nutricional de su hijo. El brazalete salvavidas cuesta sólo 0,06 euros.
El proyecto, avalado por Unicef y financiado por la Unión Europea, está dando resultados prometedores. Se actúa antes, se ahorra dinero y se puede llegar por tanto a más niños, explican sus promotores, que creen que la cinta para medir el perímetro braquial será algún día de uso tan común como lo es el termómetro. Próximamente la publicación especializada Archives of Public Health recogerá una investigación que avala los resultados en la detección precoz de la desnutrición.
“Pensamos que porqué no capacitar a las propias mujeres, porqué no explicarles de forma simple y en su lengua local cómo se hace. Si las responsabilizamos, nos dijimos, lo van a hacer”, explica Boubacar Halirou, trabajador del proyecto 1000 jours’(Mil días) en el hospital de distrito de Mirriah. En el 2013, formaron a 13.000 madres. Al siguiente, a 35.000. Y el año pasado, a 41.500. “Se ha demostrado que es una iniciativa muy exitosa porque permite traer a los niños muy pronto y hemos conseguido reducir significativamente los casos de hospitalización. Si se da una vuelta por la región, en cada casa encontrará una mujer que ha sido formada y tiene su propio brazalete”, afirma Boubacar Halirou orgulloso a la puerta del hospital, que trata los casos más graves.
Sanos o enfermos, se pide a las mujeres que midan el perímetro del brazo de sus niños cada semana. A todos los pequeños. La mayoría de ellas son analfabetas, así que no se les habla de centímetros, sino de colores. “Entienden perfectamente cómo funciona. Saben que si ven el color rojo o amarillo, o si tienen edemas, el niño está desnutrido y deben llevarlo al centro médico más próximo lo antes posible. Si sale verde, saben que su hijo está bien”.
Belkissa Habou, de 35 años y madre de cinco hijos, coge con destreza el brazalete y lo ajusta en el brazo de una de sus pequeñas. La están tratando por desnutrición en el consultorio de Gouna, un poblado a veinte minutos de
Mirriah, porque padece desnutrición severa moderada. Fue ella misma, en su casa, quien supo que algo iba mal cuando vio aparecer el color de alerta en la ventanita del brazalete.
La niña, de un año, chuperretea un sobre de Plumpy’Nut, un alimento terapéutico a base de mantequilla de cacahuete, aceites y vitaminas, pero parece más interesada en el envoltorio que en su contenido. Le están saliendo los dientes y prefiere usarlo de mordedor. Parece que la pequeña va mejor.
La cinta se coloca en la mitad del antebrazo. Hasta los 12,5 centímetros de circunferencia (color verde), se considera que el niño está bien alimentado. Entre 11,5 y 12,5 centímetros, aparece el color amarillo; indica desnutrición moderada y significa que el niño precisa suplementos alimentarios. Se pasa al rojo cuando el perímetro braquial es de menos de 11 centímetros (desnutrición severa aguda que requiere de hospitalización urgente).
El sistema sirve para niños de entre seis y 59 meses. La cinta, fina y flexible, está fabricada en plástico para que no se altere con el uso y no sufra los cambios de temperatura y humedad.
La fase piloto del proyecto demostró que el riesgo de error en la medición es bajo. “Hay una concordancia del 80-85% con las pruebas que luego hace el personal médico en el consultorio. Es decir, cuando una mamá nos trae un niño porque cree que está desnutrido, en ocho de cada diez casos es hospitalizado”, explica Boubacar Halirou.
No es casual que el proyecto, que se está extendiendo a otros puntos del país y a Mali, se haya impulsado desde Zinder. “En Níger, la malnutrición constituye un problema de salud pública y más aquí”, afirma Sayadi Sana, coordinador de las actividades de Alima/Beffen en Gouna y Mirriah, que La Vanguardia visitó en un viaje organizado por la Oficina Humanitaria de la Comisión Europea (ECHO).
“Todas las investigaciones indican que desde el 2005 hay niveles de desnutrición superiores al nivel de alerta del 10% fijado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). A veces se llega al 15%”, explica, en especial en la populosa provincia de Zinder. En los últimos años, la mortalidad infantil ha descendido pero la malnutrición sigue en niveles muy altos, y no sólo por la inseguridad alimentaria.
En contra de lo que suele pensarse no es sólo la falta de alimentos lo que provoca la malnutrición. La mala higiene y la prevalencia de la diarrea, el paludismo y las infecciones respiratorias tienen un papel importante en el círculo vicioso de malnutrición y enfermedades. “Es una complicación sobre otra”, resume un doctor.
Otro problema de fondo es la maternidad precoz. Según Unicef, una de cada dos niñas en Níger se casa antes de los 15 años, la edad legal del matrimonio y no tardan mucho en concebir su primer hijo. “Esto alimenta el ciclo de la malnutrición porque una chica que no ha cumplido los 18 años no ha terminado de crecer. Cuando se quedan embarazadas, surge una competición entre el bebé y ellas que lleva a que tengan muchas posibilidades de tener bebés con pesos de nacimiento bajos”, explica el coordinador de la iniciativa.
Alima/Befen lanzaron en febrero el proyecto piloto de los 1.000 días para atender a las mujeres durante los aproximadamente 300 días del embarazo y los dos primeros años de vida del niño, periodos cruciales para prevenir los problemas de crecimiento. Es una gota de agua en medio del desierto pero la salvación para mujeres como Belkissa o Boukoura, de 22 años y con dos hijos, que ha acudido al centro de Gouna para vacunar a una hija.
Aunque desde la grave crisis alimentaria del año 2005 algunas
cosas han mejorado en la región del Sahel, el reto sigue siendo inmenso. El acceso a tratamientos contra la desnutrición se ha duplicado y el número de centros médicos capaces de atenderla se ha triplicado, según ECHO, pero las cifras de niños desnutridos van en aumento, a la par del crecimiento demográfico.
La ONU calcula que hay alrededor de 1,4 millones de personas en el Sahel que sufren desnutrición severa aguda. Un 20% de la población, unos 25 millones de personas, están consideradas ‘extremadamente pobres’ y las sucesivas crisis alimentarias (2005, 2008, 2010 y 2012) han erosionado la
capacidad de resistencia de los hogares, en especial en las zonas donde han llegado desplazados y refugiados, como en varias regiones
de Chad.
Las necesidades son inmensas en Yamena, la capital del país, pero no hay medios suficientes para abordar el problema. En el entorno urbano no tiene tanto que ver con la escasez de alimentos como con la falta de higiene, de servicios básicos y el desconocimiento por parte de la población y el personal médico local de las señales de la desnutrición. Les llegan casos extremos, muy avanzados.
Los cuatro hospitales locales de la capital de Chad que, con financiación europea, se ocupan de la desnutrición no están formando a madres para que sean ellas quienes controlen a sus hijo simplemente porque no podrían gestionar el aluvión de casos con que se encontrarían.
“Aquí tratamos la desnutrición pero no hacemos campañas de sensibilización ni de detección porque si lo hiciéramos, no tendríamos los medios para atender los casos. Tenemos 70 camas y hoy por ejemplo hay 110 niños”, explica Alexis Reouhiri, coordinador de la oenegé Alerte Santé.