FUENTE: Levante
Que la grasa, combinada con el sedentarismo, no hacía ningún bien a nuestra salud estaba más que demostrado. Ahora la Agencia Internacional para la Investigación en Cáncer amplía esta premisa relacionando el exceso de tejido adiposo con más procesos cancerígenos en humanos.
Dicen los expertos que no hay obesidad en los animales que viven en libertad. Parece ser que estabulados pierden la capacidad de regular su ingesta y comen más de lo que necesitan. Acumulan grasa que en el mercado tiene un valor importante. No está claro que la causa de la obesidad en los humanos sea la misma.
Es indiscutible que su aumento coincide con la disminución de la movilidad, pero no hay pruebas que avalen una desregulación del equilibrio apetito saciedad debido al sedentarismo. En cualquier caso, el binomio obesidad/sedentarismo puede llegar a ser la causa principal de morbi-mortalidad en nuestro era.
La relación entre obesidad y salud está ampliamente demostrada. Incluso si se reconoce que puede haber un problema de definición. Lo que preocupa es el exceso de grasa, una substancia que durante mucho tiempo se creyó metabólicamente inerte, un simple almacén de energía. Hoy se sabe que sus células son más que globos de grasa: tienen una actividad que modifica el equilibrio del organismo mediante la secreción de substancias, muchas tóxicas. De ahí su riesgo.
También se sabe que no toda la grasa es igualmente activa ni produce las mismas substancias. Por eso medir la obesidad como exceso de peso o exceso de masa corporal, que es el peso dividido por el cuadrado de la altura, no es demasiado preciso. Es una medición sencilla y bastante exacta pero no nos dice dónde está la grasa y puede ocultar que el peso se debe a músculo.
El cociente entre los diámetros de la cintura y de la cadera puede representar mejor el exceso de grasa metabólicamente más activa, pero su medición es menos sencilla. Más preciso, si la teoría es cierta, sería contabilizar la grasa que envuelve los órganos abdominales.
En los estudios epidemiológicos hay que buscar un equilibrio entre precisión y coste. Si realmente solo un tipo de depósito de grasa es la que se asocia a enfermedad, incluir entre los expuestos a otros cuyo exceso de peso no afecta a su salud diluye la asociación porque en ellos no la hay.
De manera que para encontrarla se necesita más gente, ya que los que no les afecta no contribuyen y el riesgo que se encuentre será más débil. Así que cuando un estudio demuestra, mediante mediciones poco precisas, que la obesidad es causa de cáncer, por ejemplo, su credibilidad es bastante alta.
Revisión epidemiológica
Esto es lo que acaba de comunicar la Agencia Internacional para la Investigación en Cáncer de la OMS. Se le había encargado que revisara de manera sistemática y objetiva los estudios epidemiológicos que evaluaban la asociación entre obesidad y cáncer. Hasta ahora se aceptaba que era causa de cáncer colorrectal, de mama en postmenopáusicas, de esófago, uterino y renal. Todos ellos con incrementos pequeños del riesgo.
Esto quiere decir que el riesgo individual no es alto, pero como la obesidad es muy frecuente, el número de cánceres que se producen puede ser importante. Es lo que llamamos riesgo atribuible. Había calculado que se pueden evitar el 5 % y el 10 % de los cánceres con las cifras de obesidad disponibles en España. Las nuevas malas noticias obligan a revisar esta apreciación. De acuerdo con la agencia mencionada, tras la revisión de miles de estudios, concluyen que la obesidad, medida con el índice de masa corporal, se asocia a cáncer de estómago, en la región más próxima al esófago, hepático, de vesícula biliar, de páncreas, de ovario, de tiroides, mieloma múltiple y cáncer de la sangre.
Hay que añadir el meningioma, un tumor benigno pero que puede ser mortal. En conjunto, sumados a los 5 anteriores, constituyen casi la mitad de los cánceres. Y aunque el riesgo de padecer cada uno de ellos debido a la obesidad sea bajo, al ser causa de al menos 13 (+1) cánceres, la probabilidad de que alguno se verifique puede ser alta. Hay al menos tres mecanismos por los que el exceso de grasa puede producir cáncer. Uno, que afecta a la mama y al útero, son los estrógenos que fabrica el tejido adiposo. Otro son los factores de crecimiento que segrega que estimulan la avidez de las células del cáncer por reproducirse. Finalmente, la afectación del sistema inmunológico y la inflamación permanente que producen la grasa.
Si a estos trece cánceres, hoy día la primera causa de muerte en varones y también en mujeres antes de los 70 años, añadimos las otras enfermedades a las que está asociada la obesidad, el panorama se vuelve realmente preocupante. Hay pocas dudas de que facilita la aterosclerosis, la hipertensión y la diabetes, causas de enfermedad cardiovascular entre otras; además se asocia a artrosis de rodilla, apnea del sueño y piedras en la vesícula.
Para evitar la obesidad en animales basta con dejarlos en libertad. Para nosotros no es suficiente hacer ejercicio regularmente, aunque ayuda. Hay que hacer además un esfuerzo continuo y poco gratificante para comer menos. Conviene ponerse metas modestas, alcanzables en un horizonte temporal de años. En la perseverancia y la aceptación de los escasos resultados en relación con el esfuerzo está la clave.