FUENTE: La Razón
Una de cada ocho mujeres presenta un tumor de mama a lo largo de su vida. Es cierto que la mayoría de los tumores de mama se detectan entre los 45 y los 80 años, pero en un 20 por ciento son mujeres más jóvenes las que padecen la enfermedad, a pesar de que es tres veces más frecuente a partir de los 50.
Es este perfil de mujer joven, menor de 40 años, el que preocupa a la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO). Por ello, como anunció ayer Javier de Santiago, coordinador de la sección de Ginecología Oncológica de la SEGO, «en el próximo congreso del 19 de noviembre vamos a presentar la nueva onco-guía en la que recomendamos que la primera mamografía se realice a los 35 años», anunció ayer en el foro «Diálogos» de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). De Santiago basa la recomendación en su experiencia personal en el MD Anderson Cancer Center de Madrid, así como en el resto de compañeros. Sostiene que «el actual screening funciona, pero no entre las mujeres más jóvenes». Con esta propuesta, con la que discrepan otras sociedades científicas, «queremos individualizar más los procesos de detección y concienciar a una edad más temprana». Pero el ginecólogo quiso dejar claro que su propuesta no significa un adelanto de la edad de cribado de cáncer de mama –que se inicia a los 50 y llega hasta los 69 años– sino que se realizaría esta primera prueba en consulta ginecológica a los 35 años, una edad que ellos consideran que es la franja de edad en la que más está aumentando.
Desde la Sociedad Española de Epidemiología (SEE) no apoyan la visión de los ginecólogos, como explica Dolores Salas, experta en el análisis de la prevalencia del cáncer. «Los datos poblacionales muestran que la prevalencia es mucho mayor entre las mujeres mayores de 50 y por eso no aceptamos esta recomendación, ya que no existen datos epidemiológicos que confirmen que adelantar la edad de la primera mamografía ofrezca más beneficios que perjuicios». Es más, de acuerdo con esta experta, «a principios del año que viene se va a publicar un informe europeo a este respecto y mantiene la edad de inicio del cribado en los 50 años». Lo que destaca la epidemióloga es que se debe analizar el coste-beneficio de cada una de las pruebas que se incorporan dentro de la cartera de servicios del Sistema Nacional de Salud. «Por debajo de los 45-50 años no se ha demostrado que estas pruebas sean efectivas y pueden dar lugar a sobrediagnósticos». Y es que éste es uno de los problemas que preocupan a los expertos y por lo que no quieren alarmar a la población.
Por debajo de la edad establecida en la mayoría de los países de Europa, Salas asevera que «es necesario tener en cuenta factores genéticos o hereditarios para valorar la posibilidad de hacer la prueba antes de los 45 años». En esta misma línea, Fernando López-Verde, coordinador del Grupo de Trabajo de Cáncer de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (Semfyc) tampoco ve con buenos ojos la propuesta de los ginecólogos. «Los estudios no demuestran que imponer esta prueba en edad más temprana vaya a dar mejores resultados que los actuales». Y es que, actualmente, aunque el cáncer de mama representa el 30 por ciento de los tumores femeninos, su supervivencia ha mejorado notablemente en los últimos 20 años –cada año el porcentaje crece en 1,4 puntos–. Esta continua mejoría se debe al diagnóstico precoz y a la mejora en los tratamientos. Ésto ha permitido que la supervivencia global a los cinco años del diagnóstico sea del 83 por ciento en nuestro país, lo que nos coloca a la cabeza de Europa en la lucha contra este tipo de tumor.
A pesar de que el foco para controlar este tipo de cáncer se centra en la mamografía y la exploración mamaria, lo cierto es que «la mejor forma de prevenirlo es cambiando los hábitos de vida», ya que, «si se siguieran todas las recomendaciones, la incidencia de este cáncer se podría reducir en un 50 por ciento», subraya López-Verde. Este experto se refiere a evitar el consumo de alcohol, de tabaco, a la reducción de la ingesta de grasas gracias a retomar la dieta mediterránea, así como a introducir el ejercicio dentro de nuestra rutina diaria. A estas recomendaciones, la AECC añade dos más: evitar la terapia hormonal sustitutiva (la que se da a las mujeres con menopausia) para reducir el riesgo de desarrollar este tumor y prolongar la lactancia materna. Este último punto es especialmente importante porque, según López-Verde, «por cada cinco meses de lactancia, se reducen un 2 por ciento las posibilidades de desarrollar un tumor de mama».
Otro de los problemas a los que se enfrentan las mujeres a las que se les detecta cáncer en el pecho es la posible pérdida de fertilidad. Y es que los tratamientos a los que se someten las pacientes son muy agresivos y ponen en peligro los deseos de tener descendencia de algunas mujeres. Para ello, «es muy importante que se las informe de las posibilidades de criopreservación de óvulos que existen», sostiene Javier Cortés, miembro del Consejo Ejecutivo Nacional de la AECC. El problema es que, mientras las pruebas de cribado están muy extendidas en toda España, la preservación de la fertilidad no está extendida de la misma forma. «Existen verdaderas desigualdades entre comunidades autónomas. Pero, no sólo eso, sino que varía mucho en función del médico que te toque, que te puede proponer o no esta posibilidad», añade De Santiago. «A las mujeres más jóvenes siempre se les debe ofrecer la posibilidad de guardar sus ovocitos», añade.