FUENTE: La Razón
La diabetes mellitus tipo 1 (DM1) no tiene cura. En España, más de 500.000 personas viven con esta condición, que les impide metabolizar correctamente el azúcar. Casi un 10 por 100 de ellas son niños menores de 15 años. Las cifras van en aumento: cada año se diagnostican 1.500 nuevos casos.
Para todos ellos, la noticia publicada ayer por el centro CeMM (Centro de estudios en Medicina Molecular) de Viena es un bombazo. Y es que un medicamento comúnmente utilizado para tratar la malaria ha demostrado también ser eficaz en el tratamiento de la diabetes. Sobre todo de la diabetes tipo 1, la que suele aflorar en la infancia y cuyo origen sigue siendo desconocido.
El medicamento en cuestión es la artemisinina y parece que podría utilizarse para reemplazar las células beta destruidas del páncreas del diabético y sustituirlas con nuevas células productoras de insulina.
La diabetes tipo 1 consiste en la pérdida parcial o total de las células beta pancreáticas que segregan insulina. En un páncreas normal, estas célula actúan según las necesidades del organismo produciendo la insulina necesaria para metabolizar los azúcares. Cada vez que comemos una fuente de hidratos de carbono, éstos se convierten en azúcar. La insulina es la llave que permite que ese azúcar (vital para el funcionamiento del cuerpo) pase a convertirse en un metabolito nutritivo. Sin insulina, el azúcar no es metabolizado y se acumula en la sangre.
Para evitar los graves daños que el exceso de azúcar en sangre puede generar, los pacientes diabéticos tipo 1 necesitan un suministro de insulina artificial inyectada o aplicada mediante dispositivos de infusión durante toda la vida. No existe forma conocida de recuperar la función de las células beta perdidas.
Un equipo de investigadores del CeMM austriaco, liderado por Stefan Kubicek, lleva años buscando en el vasto catálogo de fármacos disponibles, alguno que pudiera favorecer el aumento de las células productoras de insulina. Ayer anunciaron que la artemisinina puede ser uno de ellos. ¿Cómo funciona? Las células beta del páncreas (productoras de insulina) son una de las tipologías celulares que crecen dentro de los llamados islotes de Langerhans que existen en ese órgano. Otras células hermanas son las alfa, que tienen la función contraria: si las primeras producen insulina para reducir el azúcar en sangre, las segundas lo aumentan produciendo una sustancia llamada glucagón. Pero ambas tipologías celulares son flexibles. Se sabe que las células alfa, en algunas ocasiones de déficit extremo de células beta, se convierten también en productoras de insulina. Existe un factor epigenético llamado Arx que se encarga de regular la conversión de una célula en su contraria, una especie de jefe que decide qué misión le encarga a cada una.
El proceso parece ser así: cuando Arx funciona, cada célula hace su trabajo. Cuando es bloqueado, las alfa comienzan a cambiar de empleo y fabrican también insulina.
Tras aislar en laboratorio diferentes líneas celulares de ambos tipos, los científicos de Viena aplicaron sobre ellos todo su catálogo de fármacos para descubrir que la artemisimina parece provocar el mismo efecto que cuando se bloquea el factor Arx. Al parecer, el medicamento se pega a una proteína llamada gefrina, que activa algunos centros de control de las células. Como consecuencia de ello se produce una cascada de reacciones químicas que termina provocando que las células alfa segreguen insulina en lugar de glucagón.
Los descubridores han probado el medicamento en peces cebra, ratones y ratas y han hallado que aumentan la producción de insulina y mejoran los niveles de azúcar en sangre. De momento no es posible aventurar qué ocurría con los seres humanos y cuánto dura este efecto. Pero los investigadores creen haber abierto una inesperada puerta a una nueva estrategia curativa de la diabetes.