FUENTE: El Mundo
"Fuimos a disparar con carabina en una atracción de feria y, al guiñar un ojo, me dijo que con el otro no veía el palillo. Tampoco distinguía el premio que había encima". Mónica descubrió a finales de agosto por casualidad los problemas visuales de su hijo de 13 años. Días después, en la consulta de una oftalmóloga, David -nombre ficticio- reconoció que había estado jugando con sus amigos a dispararse con punteros láser.
Según ha confirmado EL MUNDO, al menos 10 niños y adolescentes han sufrido en España lesiones oculares causadas por estos dispositivos en, aproximadamente, los últimos dos años. La cifra real resultará sin duda más elevada porque este primer cálculo se ha elaborado con los datos contrastados por un reducido número de especialistas y, porque, en segundo lugar, no todos los casos se detectan y diagnostican.
Esta nueva tipología de accidentes domésticos ha hecho a los investigadores Javier Alda, Fernando Gómez Sanz y Julio González Martín-Moro plantearse si nos encontramos ante "un problema de salud pública". En un artículo publicado en Archivos de la Sociedad Española de Oftalmología, recogen la cifra de unas 150 lesiones con idéntico origen en el Reino Unido durante los últimos años y pronostican que la incidencia en España puede ser "similar". Su inquietud se desencadenó al conocer hace un año en el Hospital Universitario del Henares las lesiones sufridas por un niño de Coslada cuando jugaba con su hermano a comprobar quién aguantaba más tiempo mirando la luz del puntero que habían cogido a su padre.
David no relacionó inicialmente su afición a los láser con la reducción, hasta el 40%, de la agudeza visual de su ojo derecho. Lo intuyó la doctora que le atendió, Marta Figueroa, directora médica de la Clínica Vissum Santa Hortensia de Madrid, porque ya había tratado anteriormente a otros tres pacientes de entre 8 y 14 años. "Son casos excepcionales cada vez más frecuentes", afirma sobre estos episodios, que atribuye a "la curiosidad infantil, la inquietud por saber cómo es esa luz".
Estas imprudencias suelen traducirse en quemaduras que, al afectar a la retina y a las capas contiguas, generan una mancha en el centro de la visión. Se trata de lesiones graves, aunque puedan evolucionar de forma favorable. "En la mayoría de los casos, no siempre, la respuesta del ojo de los niños es increíble y consigue convertir defectos visuales severos en defectos leves", añade la doctora Figueroa. David, que empezó su tratamiento en septiembre, no ha tenido problemas académicos y practica deporte con normalidad.
Peores perspectivas presenta la recuperación de los adultos. Hace casi un mes, el Hospital Clínico Universitario de Valencia difundió el caso de un hombre de mediana edad que, por pensar que se trataba de un juego inofensivo, no retiró la mirada del láser con el que unos chavales le enfocaron cuando disfrutaba de un día de playa en agosto.
Aquel episodio le dejará dolorosas secuelas de por vida. Pese a que ingresó al día siguiente en Urgencias, su capacidad visual es ahora inferior al 10% en ambos ojos, dentro de lo que se considera ceguera en términos legales. "Sólo aprecia sombras en el centro de su imagen, aunque sí distingue los detalles en las zonas periféricas", explica el jefe del Servicio de Oftalmología, Antonio Duch-Samper. Al igual que sus colegas, no alberga dudas sobre la causa de las lesiones, porque en las pruebas diagnósticas "se aprecian las quemaduras en los ojos del paciente"
El de Valencia no representa un caso único en adultos ni su conocimiento ha supuesto la primera llamada de atención. Ya en noviembre de 2013, la Clínica Barraquer de Barcelona había advertido sobre este problema tras atender a una mujer de 37 años afectada en ambos ojos. En ese mismo centro han tratado después a una chica de 18, a la que un puntero manejado por su hermano redujo la agudeza visual al 40% en su ojo derecho.
"Le hizo un agujero en la retina", describe el doctor Javier Elizalde. Gracias a una operación quirúrgica, algo inhabitual para estas lesiones, la joven ha mejorado hasta recuperar el 70% de su capacidad visual previa. Con una analogía muy expresiva, "un arma letal", el oftalmólogo califica las características (3.500 miliwatios de potencia y luz azul) del láser que ocasionó este accidente.