FUENTE: ABC
La etapa adolescente es ese tiempo en el que ya no se es un niño, pero tampoco un adulto. El momento en el que el cuerpo experimenta cambios y se empiezan a tener problemas más serios. Por sus características, en algunos hospitales han empezado a poner en marcha unidades dedicadas exclusivamente a los adolescentes. Es el caso del Hospital de La Paz de Madrid, que cuenta con ella desde el año 2007, y que en 2012 se transformó en un área multidisciplinar. Desde entonces, sus responsables han visto cómo se duplicaba el número de casos de menores que acuden y con patologías cada vez más complejas. Constatan que han aumentado las consultas relacionadas con las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), por abuso, adicciones o acceso a la información inadecuada para la edad. Se incrementan también los problemas derivados por ciberacoso escolar o violencia de género, los relacionados con la seguridad e internet y el uso excesivo de las TIC que provoca trastornos del sueño.
Los facultativos, tal y como afirma el doctor José Casas, coordinador de esta unidad en el Hospital de La Paz, están aprendiendo sobre la marcha a tratar estas afecciones. «Desde la Sociedad Española de Medicina Adolescente hemos desarrollado una guía de protocolos a seguir en caso de ciberacoso y dependencia de las nuevas tecnologías». «Estas adicciones —prosigue— generan graves problemas psicológicos, ya que los jóvenes tienen falta de comunicación con el mundo real. La vida en su cibermundo es absolutamente ficticia y hay que “curarles” como de cualquier otra adicción».
La doctora Mompó, responsable de la unidad adolescente del Hospital Quirón Salud de Valencia, también resalta esta nueva modalidad: «Estamos constatando muchas consultas por problemas con las redes sociales. Los niños de ahora tienen el campo libre para el acceso a internet y pasan mucho tiempo delante de las pantallas, lo que les perjudica notablemente. Por ello siempre destacamos que necesitan información, formación y confianza en sí mismos». Y concluye afirmando que «es muy importante atender todas las necesidades de estas edades porque posteriormente se arrastran durante toda la vida».
El doctor Casas asegura que los adolescentes necesitan un departamento médico específico «porque tienen sus patologías propias y, con la edad, se pueden acrecentar algunos conflictos e, incluso, «algunos pueden caer en conductas de riesgo o no cumplir los tratamientos que necesitan. Por ejemplo, un diabético olvidar inyectarse insulina o un celiaco “pasar” de seguir la dieta, con el consiguiente perjuicio para su salud».
Aunque tradicionalmente los pediatras tratan a los niños hasta los 16 años, en esta unidad se les atiende hasta los 18. Casas explica que la OMS define esta etapa de la vida como «la que dura hasta que termina el crecimiento humano, pero en realidad no se puede centrar en el crecimiento físico únicamente. La maduración de las personas también debe ser tenida en cuenta».
Por su parte, la doctora Mª Luisa Mompó refiere porqué es importante esta sección. «La necesidad de este departamento era una reivindicación muy antigua. De hecho, seguimos pidiendo que la edad pediátrica se prolongue hasta los 18 años. La adolescencia es la etapa de la vida en la que se producen más cambios físicos y psicológicos. Es necesaria un área profesional que se enfoque solo a este momento. Por ello, es importante que a estas edades se sometan a revisiones periódicas, tal y como se hace con los niños más pequeños». Añade que «estos controles nos permitirán a los facultativos identificar problemas e incluso carencias. Incluso adicciones a las nuevas tecnologías, problemas sexuales, dificultades con los amigos...».
Los adolescentes pueden acudir solos a esta unidad médica, sin sus padres, lo que les facilita el verbalizar cómo se sienten y lo que necesitan y ayudar a los facultativos a identificar factores de riesgo. Mompó relata cómo en la consulta se pueden tomar medidas preventivas por hábitos tóxicos y pone el acento en la bajada de edad a la que tienen relaciones sexuales. «Un 30% de adolescentes de 12 años tienen relaciones íntimas y un 15% no usa ningún anticonceptivo. Los jóvenes necesitan estar muy instruidos en ciertos temas para no caer en errores». Pero, por otro lado, «también se están dando casos de absoluta abstinencia sexual, los dos extremos», asegura.
En cuanto a los temas de acoso y violencia de genero a edades tempranas, el doctor Casas recuerda que «hay que tener en cuenta el tipo de sociedad en el que viven estos adolescentes. El control de los chicos sobre sus novias y los celos patológicos en el caso de ambos sexos afectan a muchos chavales. Las redes sociales ayudan a tener a la pareja sometida a un control exhaustivo que antes no se daba. Hace unos años, el adolescente entraba en su casa y estaba a salvo. Ahora, con los ordenadores y los móviles, la intimidad de estos pequeños está siendo violada constantemente». «Por eso —continúa este médico—, cuando viene aquí un adolescente con cualquier tipo de dolencia, ya sea de tripa o de cabeza, exploramos todas las posibilidades, porque esos dolores pueden estar enmascarando un problema de acoso».
Para cualquiera de los tratamientos es indispensable contar con el apoyo y la colaboración de los padres. Así lo asegura el experto del Hospital de La Paz: «Son los progenitores los que tienen que cooperar en cualquier caso. Eso no quita para que después de haber visto al adolescente junto con ellos, se les haga salir para que el paciente nos cuente su versión, que siempre va a estar sujeta a secreto médico. Será el propio chico el que decida lo que podemos contar a sus padres».
«En el caso de los trastornos alimenticios —apunta el doctor Casas— el apoyo de la familia es fundamental. Afectan al 4% de los adolescentes. La población de más riesgo es claramente femenina y hay que tener en cuenta la posible predisposición, que puede ser por personalidad, influencia familiar o social». Una vez detectados, los tratamientos son muy duros y se necesita que los padres estén absolutamente concienciados e informados de los procesos que tienen que realizar sus hijos para que no abandonen antes de curarse.