FUENTE: El Mundo
Tenemos gadgets para controlar el ritmo cardíaco, para medir la actividad y el sueño, y hasta para contar las calorías que quemamos, pero todas ellas se suelen enfocar en parámetros físicos que sólo ofrecen información limitada sobre nuestra salud. Ahora, un equipo de científicos ha desarrollado un dispositivo que, a través del sudor, puede detectar enfermedades como la fibrosis quística o la diabetes.
Los investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford (EEUU) han creado un dispositivo, similar a una pulsera, que provoca y recoge el sudor de forma no invasiva, mide su composición molecular y envía los resultados de forma electrónica para su análisis y posterior diagnóstico del paciente. El estudio se ha llevado a cabo en colaboración con la Universidad de California-Berkeley (EEUU).
Los expertos, cuyo trabajo se ha publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), han llevado a cabo dos estudios diferentes con el sensor. Por un lado, han determinado que puede ser útil para la detección de enfermedades como la fibrosis quística, una afección que provoca una acumulación de mucosa en los pulmones y que se puede detectar por altos niveles de iones de cloruro en el sudor de una persona. Por otro lado, han utilizado este dispositivo para comparar los niveles de glucosa en la sangre y en la sudación, por lo que también podría servir para detectar diabetes y prediabetes.
El sudor en una gran fuente de información y, además, fácilmente accesible para este tipo de aplicaciones, ha explicado el investigador Ronald Davis en un comunicado. El sensor, que se pega a la piel, estimula las glándulas sudoríparas y con ello detecta la presencia de diferentes moléculas e iones basándose en sus señales eléctricas. En este sentido, cuanto más cloruro haya en el sudor, más tensión eléctrica se genera en el sensor.
Durante el estudio, el sensor detectó un contenido elevado de electrolitos en el sudo de tres pacientes con fibrosis quística en comparación con seis pacientes sanos. Además, también detectó niveles elevados de glucosa en el sudor en seis de siete individuos sanos después de que éstos consumieran glucosa de forma oral.
Hasta ahora, los métodos convencionales para diagnosticar la fibrosis quística requerían que el paciente acudiese a un centro especializado durante unos 30 minutos, ya que el procedimiento de estimulación, recogida y análisis del sudor se hace de forma separada. Este proceso puede resultar particularmente engorroso cuando se aplica en niños o en poblaciones apartadas.
El nuevo dispositivo es resistente y puede funcionar con un teléfono inteligente, que envía las mediciones a una nube y recibe los resultados una vez que el personal especializado los ha revisado.
Además del diagnóstico, el aparato también podría ser útil en el desarrollo y personalización de medicamentos. La fibrosis quística se produce por cualquiera de las miles de mutaciones que pueden afectar al gen CFTR, y con este dispositivo también sería posible determinar qué fármacos funcionan mejor para cada mutación.
Ahora, el equipo trabaja en ensayos clínicos a gran escala para buscar otras vinculaciones entre las mediciones del sudor y la salud. De hecho, a largo plazo esperan integrarlo en un smartwatch o reloj inteligente, o en un formato similar, para que llegue a una población más amplia.
El científico ha señalado que esta investigación va más allá del desarrollo de un dispositivo, pues se trata de "una nueva forma de entender la salud". De este modo, ha añadido que supone un nuevo enfoque que podría ayudar a prevenir enfermedades graves a nivel individual y de población. A juicio de Davis, este sensor puede ser una forma de atajar pandemias, ya que, al detectar si un individuo está afectado por algún virus, éste podría decidir quedarse en casa. "Si todo el mundo hiciese eso, las enfermedades no se propagarían tan rápido", ha concluido.
La fibrosis quística es una enfermedad de las denominadas raras que en España afecta a unas 3.000 personas, según estimaciones. A mediados del siglo XX el 50% de los afectados no sobrevivía al año de vida, pero ahora la supervivencia media está en torno a los 40 años.