FUENTE: Las Provincias
Isabel de Farnesio estaba tan desesperada por el estado de abatimiento de su marido, al que una depresión -en el siglo XVIII, una aguda melancolía- tenía postrado en la cama, que decidió lanzar un SOS a Farinelli, un 'castrato' con la voz más prodigiosa de la época. Noche tras noche, el italiano le cantó desde una habitación contigua hasta que, una madrugada, el enfermo quiso conocerle. «¿Qué quieres para cantarme así todas las noches?». El artista le respondió: «Que se levante de la cama, se afeite, se vista y cumpla con sus deberes». A la mañana siguiente, su majestad Felipe V, el primer Borbón, estaba en pie después de años sin apenas hacerlo. Durante casi una década y más de 3.000 noches, el melódico tratamiento ejercería de eficaz 'prozac' para el rey de España.
Que la música espanta males es una cualidad experimentada por los humanos desde tiempos prehistóricos. Sosiega, regurgita emociones, altera el ánimo, refuerza vínculos, resucita recuerdos e, incluso, «cura». La ONG Música en Vena (MeV) y el hospital madrileño 12 de Octubre se han propuesto demostrarlo con la meta de que el sistema sanitario lo implante como un tratamiento más. Para ello, el centro hospitalario ha accedido a que la agrupación sin ánimo de lucro administre recitales en vivo, personalizados y metódicos a algunos de sus pacientes, mientras el personal médico monitoriza las reacciones clínicas que registran los enfermos bajo los efectos de los acordes. Por ahora no hay resultados concluyentes -el ambicioso proyecto requiere de un desarrollo de tres años para obtenerlos, y acaba de empezar-, pero cuenta con un bagaje de experiencias asombrosas y que auguran novedades interesantes para la comunidad científica.
Desde que la asociación echó a andar hace cinco años con la misión de mejorar las estancias hospitalarias de pacientes, familiares y del cuerpo sanitario a través de la música en directo, MeV ha inyectado su suero sinfónico en catorce hospitales de la Comunidad de Madrid a través de 1.600 microconciertos. Muchos de ellos, a pie de cama, en un íntimo tú a tú entre el intérprete y el enfermo. «Su presencia en nuestro entorno está totalmente normalizada. Hasta el punto de que la dinámica de trabajo conjunto entre sanitarios y músicos es de lo más normal», asegura a este periódico la directora gerente del centro, Carmen Martínez de Pancorbo.
Enfundados en una bata blanca con la mascarilla al cuello, pasarían fácilmente por galenos si no fuera porque, en lugar de estetoscopios, transitan por los pasillos armados de un violín, una guitarra, un oboe, una flauta y hasta un piano, y ofrecen un remedio indoloro. Las reacciones fisiológicas que han desencadenado con su medicina sonora han dejado más de una vez sin habla a los propios concertistas. Pero también a los médicos. «En una ocasión, una niña china de quince años que según su doctora llevaba tres semanas en estado catatónico, es decir sin responder a nada y con una actitud psicomotriz absolutamente pasiva, se levantó de su silla en un concierto de percusión y comenzó a marcar el ritmo con su cuerpo. Su doctor no daba crédito», relata a este periódico Juan Alberto García de Cubas, director general de la ONG. «Otra vez, asistimos a cómo un bebé de veintiún días sin sentido de la succión se agarraba al pecho de su madre para mamar, por primera vez en su vida, al término de una nana flamenca. Su madre, entre lágrimas, no sabía cómo agradecerlo», evoca.
«Hechos empíricos» como estos les empujaron a ir más lejos. «Pensamos en comprobar e identificar de manera objetiva cómo la música en vivo puede tener efectos positivos en parámetros fisiológicos y biológicos, medibles y objetivables por medio de escalas validadas y pruebas complementarias dentro del método científico», explica García de Cubas. Hace poco más de un año, presentaban su novedoso proyecto al comité ético de investigación clínica del 12 de Octubre, que encendía de inmediato el piloto verde. Con el respaldo de la Fundación Daniel y Nina Carasso, entre otras, y un financiación incipiente que deben colmatar con aportaciones filantrópicas, MeV ha emprendido su gira por los servicios de Medicina Intensiva, Neonatología y Rehabilitación del hospital que atiende a la población del distrito sureño de Usera. En breve, las notas musicales sobrevolarán otras unidades, como Neurología, Hematología o Cardiología.
Por ahora son 180 los pacientes que se benefician de forma sistemática de estas actuaciones. Entre ellos, un grupo de mujeres que acuden a Rehabilitación para tratarse de distintas disfunciones del suelo pélvico. «Muchas padecen un dolor tremendo. Lo asimilan a padecer contracciones de parto constantes. El tratamiento es muy invasivo y llegan agotadas, tristes, doloridas. Media hora antes de que empiecen, les aplicamos música. Empezamos con una voz femenina, pero resultó un fracaso. Se conectaban a las letras y a los ojos de la cantante, y desembocaba en una mayor irascibilidad. Pero introdujimos un piano, que es como una camilla con ruedas que llevamos por todo el hospital, y todo ha cambiado. Cierran los ojos, se relajan, lloran, siguen el ritmo con el pie... Estamos muy expectantes por conocer qué va a salir de este estudio», cuenta María Suárez, directora de estrategia de la ONG.
En Cuidados Intensivos, la mayoría de los enfermos requiere de ventilación mecánica. Es decir, deben introducirles un tubo por la tráquea para ayudarles a respirar. El procedimiento es incómodo y doloroso, y les genera un nivel alto de ansiedad, por lo que se les administra sedación alta. A cambio, desde el primer día, se les prescribe en paralelo música en directo. El personal médico recoge los valores fisiológicos, tales como temperatura corporal, nivel de oxígeno en sangre, grado de estrés o tensión arterial. Lo hacen antes del concierto, durante y después. «Y también se toma nota de las composiciones que se tocan en cada sesión para que después podamos analizar y cruzar los datos fisiológicos con el repertorio que se les ha ofrecido», agrega Suárez, y que es multigénero. En esta suerte de vademécum en clave de Sol, lo mismo se interpretan estándares del jazz o fandangos de Huelva que clásicos del pop español, bossa-nova, temas de blues o piezas de Bach, siempre interpretadas con instrumentos de viento y cuerda.
Precisamente, uno de los aspectos que este proyecto quiere evidenciar es que la 'aplicación' de música en vivo reduce el periodo de tiempo en el que un enfermo requiere de ventilación asistida. Pero hay mucho más. Yerko Ivanovic, doctor doblemente especializado en medicina Física y Rehabilitación y en Neurología, además de pianista, está ilusionado con la idea de probar que las personas que han superado un ictus y a consecuencia de ello pierden la capacidad de hablar, recuperan más lenguaje y en menor plazo de tiempo cuando la música forma parte del tratamiento, junto con la logopedia. «La música cura, ayuda a sanar. Ojalá acabe considerándose un medicamento más. Eso es a lo que aspira este proyecto», enfatiza.
Eso y que un centenar de intérpretes en paro logre un contrato laboral estable como MIR: Músicos Internos Residentes. Así es cómo han bautizado esta iniciativa que hermana arte y ciencia para mejorar la calidad de vida de los pacientes y también la de un colectivo sin apenas salidas profesionales.