FUENTE: Vanguardia
“La resistencia antimicrobiana a los medicamentos es un desafío creciente para la salud global y el desarrollo sostenible”. Con estas palabras respondía Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), al informe de este organismo sobre resistencia a los medicamentos contra el VIH hecho público ayer y que revela que, en seis de los once países analizados por la OMS en África, Asia y América Latina, más del 10% de las personas que comenzaron la terapia antirretroviral presentaban una cepa resistente a algunos de los medicamentos más utilizados para combatir el virus. El aumento de la tendencia de resistencia a los fármacos podría suponer, según la OMS, la muerte de 135.000 personas y provocar 105.000 nuevas infecciones.
¿Cómo se explica este incremento de la resistencia? Según la OMS, ésta se desarrolla cuando las personas no se adhieren a un plan de tratamiento prescrito, a menudo porque no tienen un acceso constante al mismo ni tampoco una atención sanitaria de calidad. En estos casos, los pacientes comienzan a no responder adecuadamente a los medicamentos, pudiendo transmitir virus resistentes a otras personas. El nivel de VIH en su sangre aumenta, a menos que cambien a una terapia diferente, más cara y más difícil de obtener para muchos países. La OMS estima que, si no se toman medidas de manera rápida, el coste del tratamiento del VIH podría aumentar en 650 millones dólares en cinco años.
En el 2016, de los 36,7 millones de personas que vivían con el VIH en el mundo, 19,5 millones de personas habían accedido a la terapia antirretroviral. La mayoría de los pacientes siguen sin problema este eficaz tratamiento, pero ya hay un porcentaje significativo que no está respondiendo, alerta la organización.
Ante este preocupante escenario, la OMS trabaja en nuevas directrices para ayudar a los países a hacer frente a la resistencia a los medicamentos contra el VIH, entre ellas, la recomendación a los países de que supervisen la calidad de sus programas y tomen medidas tan pronto como se detecte el fracaso del tratamiento.
Gottfried Hirnschall, director del departamento de VIH de la OMS y del Programa Mundial contra la Hepatitis, aconseja que “cuando los niveles de resistencia a los medicamentos contra el VIH se vuelvan altos, los países cambien a una terapia alternativa de primera línea para aquellos que están comenzando el tratamiento”.
La lucha contra la resistencia a la terapia antirretroviral necesita el esfuerzo de todos los países para prevenir, vigilar y responder a este fenómeno y para seguir avanzando hacia la consecución del objetivo de desarrollo sostenible de poner fin a la epidemia de sida para el 2030. El Grupo Directivo sobre Resistencias del VIH a los Medicamentos de la OMS ha elaborado un Plan de Acción Mundial para el quinquenio 2017-2021 –en el que ha participado el investigador Roger Paredes, del Institut de Recerca de la Sida IrsiCaixa– que será presentado el próximo domingo. Este plan incluye nuevas herramientas para ayudar a los países afectados, mejorar la calidad de los programas y pautas para cambiar a nuevos tratamientos contra el VIH, como el dolutegravir.
Marijke Wijnroks, directora ejecutiva interina del Fondo Mundial, organismo que también ha colaborado en este informe, califica de “preocupante” la situación por lo que pide “encarecidamente” a los países que activen los indicadores de alerta temprana y extiendan las encuestas sobre la resistencia a los medicamentos a más pacientes. En la misma línea se manifestó Shannon Hader, directora de la división de VIH de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), que pide vigilar estrechamente a los niños, adolescentes y mujeres embarazadas.
El último informe del Programa de Naciones Unidas para la Lucha contra el Sida (Onusida), presentado ayer, muestra con satisfacción y cierto grado de triunfalismo los avances registrados en la lucha contra el virus. Así, señala que el número de muertes causadas por el sida en el mundo se ha reducido a casi la mitad desde el 2005, cuando fallecieron 1,9 millones de personas. Esto se explica por el mayor acceso de los pacientes a los tratamientos antirretrovirales. De hecho, el 53% de los seropositivos tuvieron acceso a estos medicamentos en 2016, un “éxito” que “demuestra que la acción emprendida por Onusida funciona y está salvando vidas”, aseguró exultante su director ejecutivo, Michel Sidibé. El objetivo de este organismo internacional es alcanzar los 30 millones de personas bajo tratamiento en 2020.
Sin embargo, esta evolución positiva oculta grandes desequilibrios regionales. El mayor descenso en los fallecimientos causados por el sida tuvo lugar en el sur y este de África (un 42% entre 2010 y 2016), la región más afectada por el virus y que cuenta con más de la mitad de todos los portadores del VIH. África subsahariana continúa representando casi las tres cuartas partes de las muertes por sida en el mundo.
Por el contrario, en los últimos diez años los decesos aumentaron de forma “preocupante” en el norte de África y Oriente Medio (un 48% más) y en Europa del Este y Asia central (un 38%), un problema que Sidibé relacionó con la falta de voluntad política.
El número de muertes en Latinoamérica disminuyó un 12 % entre 2000 y 2016, a pesar de los aumentos “preocupantes” en países como Bolivia, Guatemala, Paraguay y Uruguay en los últimos seis años.
Onusida alertó que a estas diferencias territoriales se unen otras relacionadas con la situación personal de los portadores del VIH. Es el caso de los menores seropositivos, que tienen menor acceso al tratamiento que los adultos, y de los jóvenes de entre 15 y 24 años que se encuentran “abandonados a su suerte” frente al virus, en palabras de Sidibé. El 80% de las nuevas infecciones en 2016 a nivel global (excluyendo África subsahariana) se produjeron entre trabajadores sexuales, consumidores de drogas inyectables, presos, transexuales y homosexuales, y sus parejas.