FUENTE: La Vanguardia
Desayunar poco o nada duplica el riesgo de lesiones ateroscleróticas(forma de arteriosclerosis en que se estrechan o calcifican las arterias) al margen de que la persona presente o no otros factores de riesgo cardiovascular como colesterol elevado, tabaquismo o sedentarismo. Así se desprende de los resultados del estudio Progresión y detección precoz de la aterosclerosis ( PESA por sus siglas en inglés) llevado a cabo por el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares Carlos III (CNIC) en colaboración con el Banco Santander que ayer se publicaron en The Journal of American College of Cardiology (JACC) y que erigen el desayuno como un hábito fundamental en la salud cardiovascular.
“Los nutricionistas siempre han dado mucha relevancia al desayuno y ahora nuestro estudio lo ha demostrado con imágenes tridimensionales de las arterias que han constatado que la incidencia de la enfermedad aterosclerótica es muy superior entre quienes no desayunan o toman un desayuno muy ligero que entre quienes toman un desayuno más energético”, explica Valentí Fuster, investigador principal del estudio y director del CNIC, en conversación telefónica desde Nueva York, donde dirige el hospital Mount Sinai.
Y detalla que el estudio PESA es bastante único porque está haciendo un seguimiento a largo plazo (más de una década), y con técnicas de imagen innovadoras, de casi 4.000 personas con un nivel de formación medio-alto (empleados del grupo Santander) para observar la prevalencia y la progresión de las lesiones ateroscleróticas subclínicas –aquellas que aún no han dado ningún síntoma– y estudiar su asociación con diferentes factores, como los hábitos alimentarios, la actividad física, los biorritmos, las características psicosociales y la exposición a contaminantes ambientales de esos individuos.
En el trabajo que se publicó ayer, los investigadores han analizado la asociación entre distintos patrones de desayuno y la presencia de placas ateroscleróticas (acumulación de grasas) en las arterias aorta, coronarias, carótidas y femorales de personas sin antecedentes de enfermedad cardiovascular.
De la población investigada, el 20% tomaba un desayuno de alto valor energético (ingería más del 20% de las calorías diarias), el 70% optaba por un desayuno de bajo valor energético (entre el 5% y el 20% de las calorías del día) y un 3% desayunaba muy poco o nada (menos del 5% de la ingesta calórica diaria). Y los investigadores observaron, mediante ecografía vascular, que la salud arterial de quienes se saltan el desayuno es peor que la de quienes desayunan fuerte. En concreto, en el grupo que se saltaba el desayuno vieron que el número de placas ateroscleróticas era hasta 1,5 veces superior –y la afectación en varias regiones hasta 2,5 veces mayor– que en el grupo que tomaba un desayuno abundante independientemente de la presencia de factores de riesgo cardiovascular y hábitos de vida poco saludables, según precisa en un comunicado la investigadora del CNIC y primera autora del trabajo, Irina Uzhova.
Antonio Fernández-Ortiz, coordinador técnico del estudio PESA, indica que “necesitamos marcadores de riesgo más precoces y precisos en las fases iniciales de la enfermedad aterosclerótica que nos permitan mejorar la prevención en el riesgo de sufrir un infarto, un ictus o muerte súbita; y los resultados de este trabajo contribuyen definitivamente a ello”. Hay que tener en cuenta que la aterosclerosis es la primera causa de muerte en el mundo y se estima que el 70% de la población sana la sufre en alguna medida, aunque no presente síntomas.
“Lo que hemos visto es que un desayuno con alto contenido energético parece más eficaz para evitar placas de grasa y lesiones ateroscleróticas en sus inicios que otro tipo de desayunos, y la razón parece estar en que la ingesta energética de la mañana afecta al reloj biológico del hipotálamo, porque vemos que quienes no desayunan acaban comiendo más y peor el resto del día, como si saltarse esa ingesta provocara un cierto caos biológico”, reflexiona Valentí Fuster. Y agrega que los investigadores han llegado a la conclusión de que la falta de desayuno es un factor de riesgo para la conducta que sigue a lo largo del día, porque han observado que aquellos que no desayunan, además de que comen más erráticamente durante el resto del día, son el grupo que más tiende a fumar, a consumir alcohol y a hacer poco ejercicio físico, “de modo que quizá haya que comenzar a pensar que saltarse el desayuno es un marcador de hábitos alimentarios y de estilo de vida poco saludables”.
A este respecto, el director del CNIC apunta que la investigación sugiere que para la salud cardiovascular cuenta tanto o más el modelo de alimentación que se sigue durante el día –el cómo se come– que los alimentos concretos que se toman. “Hasta ahora cuando hablábamos del papel de la nutrición en la prevención cardiovascular hablábamos de evitar las grasas, las bebidas con azúcar o la sal, pero ahora yo estoy revisando mi modelo porque las últimas investigaciones implican un cambio radical en la manera de pensar y quizá no hay que hablar tanto del qué sino del cómo comemos, porque se ha visto que de los siete factores de riesgo para la enfermedad coronaria –obesidad, presión arterial, colesterol y diabetes, tabaquismo, sedentarismo y nutrición– el modelo nutricional es extraordinariamente importante”, comenta Fuster.
Durante los últimos años se han sucedido numerosos estudios poblacionales que muestran que desayunar bien está relacionado con un menor peso, con seguir una dieta más saludable y una menor probabilidad de desarrollar factores de riesgo cardiovascular como colesterol elevado, hipertensión o diabetes. Hace apenas una semana La Vanguardia se hacía eco de un trabajo científico coordinado por la Fundación Española de Nutrición (FEN) a partir de los datos recogidos en el estudio Anibes que asociaba saltarse el desayuno o la merienda con un mayor riesgo de obesidad abdominal y que también ponía énfasis en la relación que los patrones alimentarios y los horarios de ingesta de las comidas pueden tener con la obesidad y, en consecuencia, con el riesgo cardiovascular.
En el editorial del número de JAAC donde se publica la investigación del CNIC –titulado Desayuno abundante para arterias más saludables–, el cardiólogo Prakash Deewania repasa otras investigaciones en la misma línea en Japón y Estados Unidos, como el estudio de seguimiento de profesionales de la salud que mostró que los varones que se saltaban el desayuno tenían un 27% más de riesgo de enfermedad cardiaca o que los jóvenes que casi nunca desayunan tenían entre un 30% y 40% más obesidad, más hipertensión y colesterol y más diabetes que los que consumían regularmente un desayuno basado en cereales. Deewania enfatiza que en las últimas décadas los patrones dietéticos han cambiado significativamente y se estima que entre el 20% y el 30% de los adultos se saltan el desayuno, una tendencia que podría estar detrás del aumento que han experimentado la obesidad y los trastornos cardiometabólicos asociados. El cardiólogo reconoce que no está claro si saltarse el desayuno es lo que hace que las personas sean obesas o si el obeso opta por saltarse el desayuno con la convicción errónea de que así perderá peso, pero coincide con Valentí Fuster en que los patrones de alimentación muestran que quienes no desayunan terminan comiendo de forma más desequilibrada durante el resto del día y tienden a consumir alimentos más grasos por la noche, con lo que acaban tomando más calorías y más alimentos poco saludables. A este respecto, comenta como en el estudio PESA quienes apenas desayunaban consumían luego un exceso de carnes procesadas, aperitivos, bebidas azucaradas y alcohol, y menos fruta, verduras y fibra.
Tanto el doctor Deewania como los cardiólogos del CNIC consideran que las nuevas evidencias deberían ser suficientes para que los médicos y los responsables de la salud pública presten más atención a la dieta de la población y promuevan pequeños cambios de estilo de vida poniendo énfasis, por ejemplo, en la importancia de un desayuno regular, abundante y nutritivo.
Sólo tres de cada diez personas de entre 65 y 74 años desayunan de forma equilibrada siguiendo las recomendaciones de los expertos de incluir fruta, cereales (preferente pan o cereales con poco azúcar) y un lácteo, según el II Estudio Lidl-5 al día sobre los hábitos del desayuno en España. No obstante, el 92% de la población de esta edad tiene incorporado el desayuno como hábito y no se salta nunca la primera comida del día. De hecho, un 85% de los encuestados para este estudio considera que desayunar es muy saludable y necesario. La mayoría de los mayores desayuna en pareja y en el 97% de los casos preparan ellos mismos el desayuno en casa, siendo las infusiones y los lácteos bajos en grasa los alimentos más consumidos, seguidos del pan. Algo más del 60% dedica a este primer ágape del día entre 10 y 20 minutos.
El IV Observatorio Nestlé sobre Hábitos Nutricionales y Estilos de Vida de las Familias indica que los niños tampoco desayunan de forma saludable. Sólo el 46% de ellos toma fruta y un 80% no incluye productos integrales en esta primera comida del día. Según los datos de este estudio –para el que se entrevistaron más de mil familias con hijos de 3 a 12 años– el 80% de los padres cree que sus hijos toman el desayuno adecuado, pero en realidad sólo el 35% de los pequeños hace un desayuno saludable. Y no es sólo lo que comen, también es cómo lo hacen. Seis de cada diez escolares desayunan en menos de diez minutos, cuando lo aconsejable es dedicar a esta comida unos 20 minutos. Según el último Estudio Nutricional de la Población Española (ENPE) realizado por la Fundación Eroski y la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC), el 44% de la población suele tardar menos de 10 minutos en desayunar y un 40% lo alarga entre 10 y 20 minutos